miércoles, 30 de mayo de 2012

MARU FUERA

A esta hora, con la catástrofe instalada en el sofá cama del salón, no sabemos si finalmente el PSOE apoyará una comisión de investigación sobre Bankia o no pero sí y sí pero no. Lo que conocemos es que Rubalcaba quiere a Maru fuera, por chivata. Rubalcaba ha bordado ante las cámaras su papel de pérfido Richelieu de Los Mosqueperros, con bigotes de raposa y todo, y la derecha ha bufado gozosa. Maru fuera. El caso es que el ciudadano de a pie, entre churro y churro del desayuno, no entiende nada y mucho menos por qué el PSOE no hace oposición y por qué en Estados Unidos sentaron en el banquillo de una comisión parlamentaria a los de Lehman Brothers y aquí Blesa, Rato, Olivas y demás adinerada tropa se tuesta al sol de este veranito tan rico que se ha anticipado.
Rubalcaba pretende ejercer la oposición en "modo friendly" supongo que (dirá) por responsabilidad. Rubalcaba pertenece a esa generación de políticos con la Santa Transición incrustada en la cabeza y venera los grandes pactos. Pero está crisis ha demolido todas las certezas anteriores y, en medio del marasmo, los votantes quieren una oposición que fiscalice, que actúe, que no se contagie del pánico que hace sudar a Rajoy en las ruedas de prensa, que inspire confianza en la supervivencia de un sistema igualitario. A ratos, admitámoslo, el PSOE está donde tiene que estar. En otras ocasiones, opta por maniobras de distracción como lo del cobro del IBI a la Iglesia que, sinceramente, aunque suene muy bien a la progresía laicista, no va a sacarnos de pobres. En el asunto concreto de Bankia, la confusión que provoca en su propio electorado es mayúscula.
En las encuestas el Partido Popular mantiene una tendencia a la baja que le ha llevado a perder un punto al mes en expectativa de voto. Poco, según Génova, pero suficiente como para llegar a las próximas elecciones desfondado. El problema es que el voto del PSOE dibuja la línea de un encefalograma plano. Resulta lógico, tal vez, siendo el partido que gobernó hasta hace nada. Sin embargo, algo tendrá que ver la impresión de que, en vez de reinventarse, el PSOE ha encallado en viejos modos de hacer política que eluden todo riesgo. Tal vez debido a la caduca superstición de que no hay que espantar el voto de centro. Aunque en estos tiempos convulsos, a la que te descuidas, el voto de centro (lo que es decir el voto desideologizado) acaba recalando en el estrafalario proyecto de Rosa Díez o, incluso, en una Izquierda Unida que, sin tapujos, llama al pan, pan y al vino, vino.
Miterrand  defendía que la mitología en torno al voto centrista que inclina la balanza en unas elecciones se interpretaba erróneamente. El histórico líder socialista de colmillos afilados sostenía que primero había que atraer hasta el último voto propio, aglutinar al electorado natural, y luego los votos centristas vendrían dados, seducidos por el discreto encanto de la mayoría. Cortejar al centro suele derivar (sobre todo en situaciones tan extremas como esta que vivimos) en una pérdida de tiempo y electores. Buen ejemplo son los inicios de Zapatero, que en sus orígenes buscó la inspiración derechista de Tony Blair y, para pasmo de sus huestes, se lanzó a firmar pacto tras pacto con el gobierno del PP. No surtió efecto. El PSOE sólo creció en apoyo electoral cuando se sumó a las manifestaciones contra la guerra de Irak y viró su discurso hacia la izquierda.
Rubalcaba quiere a Maru fuera. Las cámaras de televisión le han jugado una mala pasada y la frase, subrayada por una sonrisa mefistotélica, ha tenido un efecto devastador. Pedirá disculpas pero ya es demasiado tarde y el daño está hecho.
El PSOE ha de reiniciarse y transmitir una verdadera imagen de regeneración. Y el relevo también ha de ser generacional. Para eso están ahí gente como Patxi López, Eduardo Madina, Tomás Gómez, Carme Chacón. Tengo un amigo que, cuando le digo esto, siempre contesta: no hay prisa, no hay prisa, no es el momento, esperemos.
Pero no sé si los electores de PSOE, tan huerfanitos de vez en vez, tendrán la paciencia suficiente.

martes, 29 de mayo de 2012

OCASO CARIBEÑO

Si fuéramos alemanes sudaríamos las axilas en la camisa parda que correspondiera o apelaríamos a la tragedia pero hace demasiado calor esta tarde, a inicios de verano, y en el Malecón de Madrid, en los lavapieses donde disparan a los negros y en la Corredera Baja de San Pablo e inmediaciones y en los chamberíes donde truena la gamba al ajillo, en este microcosmos de terracitas semiburguesas y niños que juegan a la pelota y matrimonios tatuados, aquí y a esta hora del ocaso, en la hora violeta del crepúsculo, parece como si nada importase. Estamos asomados al borde del abismo pero la cerveza bien fría atempera nuestros anhelos insurrectos (de momento de momento, nos decimos). Nosotros, el pueblo. Estamos aquí sentados, en el suelo y en los bancos de la plaza y en las sillas metálicas en torno a raciones de patatas bravas y platos con aceitunas y hay quien tritura un hielo en la boca, aromatizado de hierbabuena y ron. Qué más da. La comisión de investigación de Bankia resulta de lo más urgente, opina la mayoría informada. Pero que les den por el mismísimo culo a los banqueros, a los políticos y al Rey de España, añaden los descreídos, que son casi todos porque hace una temperatura buenísima ahora que ha caído el sol y por detrás de las antenas asoma la primera y última estrella de la noche, en su indiferencia sideral, y una señora riega los geranios del balcón. La vida siempre sigue. Y es este un ocaso caribeño, como si viésemos bañarse la última luz en un océano calmo.

viernes, 25 de mayo de 2012

ESPAÑA CAÑÍ

Esa gran gamberra que es Esperanza Aguirre nos ha dado entretenimiento estos días azuzando una polémica a la cual, yo al menos, no asistía en estos términos desde los debates colegiales de mi infancia. Básicamente la estrategia de distracción puesta en marcha por la presidenta madrileña se ha basado en recuperar esa cantinela pueril de que si son tan vascos y tan catalanes que no vengan a jugar la Copa del Rey y que por qué pitan el himno español y no puedo pitar yo Els Segadors o el himno vasco que no me acuerdo cómo se llama y que, en resumen, se vayan a tomar por culo todos los que no quieran ser españoles. Cantaba yo de pequeño, porque me hacía gracia y porque el anticatalanismo era propio de la formación de todo macho aspirante a formar parte de la manada ultrasur o frenteatlética, eso de "quisiera ser tan alto como la luna/ para poner los cuernos a Cataluña". Y en esas estamos otra vez, en fabulosa regresión a las peleas de pandillas de cuando íbamos de viaje de fin de curso a Lloret.
España es como es, un país de países donde la enseña nacional (y el himno) sólo nos representa cuando Iniesta marca gol. A unos les desagrada la rojigualda por que se sienten de su pueblo antes que españoles, a otros les suena mal el chunda chunda del himno por mero republicanismo y a algunos más toda esa parafernalia les chirría porque les recuerda a la derechona y el franquismo residual. Guste o no, así son las cosas y toca que fastidiarse si la gente pita el himno o abuchea a doña Letizia con todo lo guapa que es. Polemizar al respecto son ganas de agitar las aguas y ganar a rio revuelto algunos metros en esa huída hacia adelante de una derecha que, si fuera patriota de verdad, plantaría cara al diktat alemán que está hundiendo Europa. Menos banderitas y más coraje donde hay que tenerlo. Frente a frau Merkel, por ejemplo.
Y, por cierto, muy pertinente fue la alusión de Esperanza Aguirre a Sarkozy.  Efectivamente, tras un abucheo a La Marsellesa en un encuentro futbolístico entre las selecciones de Francia y Túnez, el maridito de Carla Bruni montó en sobreactuada cólera e impulsó una campaña ultranacionalista y propuso que los emigrantes besaran la tricolor e inició la deriva hacia la extrema derecha que se convirtió en las últimas elecciones en ingrediente principal de su discurso. Gracias a todo lo cual logró ser desalojado del Elíseo porque, al final, lo que preocupaba a los franceses no era si alguien se limpiaba el culo con su bandera sino la hecatombe económica que padecemos. Tome nota, señora presidenta. Sus incondicionales le reirán las gracias pero, tal vez, haya votantes sensatos del PP que acaben enviando a paseo a una lideresa tan enferma de frivolidad y tan poco atenta a las preocupaciones reales de la ciudadanía.

martes, 22 de mayo de 2012

MARBELLA, CIUDAD DEL PECADO

He reconocer que adoro Marbella. Su olor a putrefacción y buganvillas, su estrafalaria ostentación de estatuas rusas e idolillos enanos en las rotondas (como ese Jaime de Mora en bronce, sedimento de otro tiempo), el rococó arábigo de las mansiones,  las altas palmeras que dan brisa a los millonarios emboscados en la montaña, ajenos al turismo de alpargata que suda en los chiringuitos. Marbella no tiene medida y cien mil prostitutas se dan cita en Puerto Banús y es un mar en calma que agitan máquinas de navegación majestuosas como ferraris en un océano liliputiense, y el crimen organizado toma el sol en las piscinas, en un tictac muy lento de dry martinis.
Marbella hervía de rumores dispares en las primeras horas de la operación Malaya, había un clima de estampida y parecía que fueran a detener a media ciudad o tal vez a someterla a público ahorcamiento en la florida plaza consistorial, adonde acudía el gentío para insultar a esos mismos a los que, apenas meses antes, jaleaban en toda romería y convocatoria electoral.
 Los periodistas husmeábamos durante el día y nos emborrachábamos por la noche, como mandan los cánones clásicos de este oficio. Y escuchábamos todo tipo de historias acerca del imperio de corrupción que estaba a punto de desmoronarse. Algunas de esas historias hablaban de jueces. De jueces que, a lo largo de los años, habían mirado hacia otra parte a cambio de generosos agasajos por parte del poder local. Tal vez por ello, en esas primeras horas de la batalla, no era inhabitual encontrarse con numerosos escépticos, convencidos de que a este juez, como al resto, Roca y los suyos sabrían cómo pararle los pies.
Muchos jueces de enorme relevancia habían acudido a Marbella invitados por el astuto Jesús Gil. Marbella fue escenario de convenciones nacionales de jueces y magistrados como la que en 1992 organizó la APM o la que el propio CGPJ llevó a cabo en 1999 (http://www.elplural.com/2012/05/16/marbella-%C2%BFciudad-de-la-justicia/). Los gastos corrían al cuenta del generoso consistorio. Todos los gastos, subrayaba el confidente de turno. Y añadía el locuaz confidente que algunos estaban convencidos de la existencia de comprometedoras grabaciones realizadas con cámara oculta en la intimidad de las lujosas habitaciones de hotel donde los jueces y magistrados concluían sus largas y agotadoras jornadas.
El periodista dudaba (sexo, mentiras y cintas de vídeo -demasiado bueno para ser una noticia real-) y rechazaba tales rumores, inútiles sin hilo alguno del que tirar. Pero. ¿Por qué no? La verdad es que la realidad marbellí superaba en mucho a las ficciones hollywoodienses.
En Marbella hubo una juez, Pilar Ramírez, expulsada de la carrera judicial por tomar decisiones que favorecieron los intereses de Jesús Gil y, de paso, engordaron el bolsillo de la propia familia de la juez, con potentes intereses inmobiliarios en la ciudad. Gracias a la generosidad de sus colegas, que redujeron en todo lo posible su pena, hoy la juez ejerce en la cercana localidad de Torremolinos.
En Marbella, allá por 2001, desaparecieron numerosos sumarios de los juzgados. Hasta 15 pudieron ser sustraídos durante la primera (y frustrada) ofensiva judicial contra Jesús Gil (http://www.elmundo.es/elmundo/2001/10/11/espana/1002792085.html).
En Marbella el robo de esos documentos quedó sin resolver porque el agente judicial al que se investigó al respecto saltó desde una azotea (http://www.abc.es/hemeroteca/historico-04-10-2001/abc/Nacional/se-suicida-el-agente-judicial-de-marbella-detenido-por-el-robo-de-documentos-que-afectaban-a-gil_50711.html).
En Marbella todo era posible.
En Marbella el juez Urquía cobró miles de euros de Juan Antonio Roca, capo máximo de Marbella, y contribuyó a que el entramado corrupto se mantuviese en pie. Los funcionarios relatan cómo, a la llegada del juez Torres (el que puso en marcha la operación Malaya), Urquía pretendió entrometerse con objeto de vigilar al recién aterrizado y el propio Torres tuvo que echarle de su despacho en alguna ocasión. Eso cuentan. El hecho cierto es que Urquía cobró sobornos pero la jerarquía judicial le ha tratado con guante de seda (¿quizá porque papá fue reputado magistrado?), ha pretendido (sin éxito) rehabilitarle y, finalmente, le ha ayudado a eludir la cárcel (http://politica.elpais.com/politica/2012/05/19/actualidad/1337452407_710803.html).
Y, para cerrar el círculo, Marbella ha sido el destino de varios fines de semana caribeños del presidente del Tribunal Constitucional, el piadoso Carlos Dívar. Marbella ejerce, desde luego, una potente atracción  en jueces y magistrados. Marbella es la ciudad del pecado de la judicatura. Allí, en la noche aromatizada de flores podridas, cruzan sus pisadas el juez y el delincuente, el buen empresario y el malo, el jeque y el católico de estricta observancia, y los escoltas de unos y otros fuman juntos apoyados en los coches de lujo, y todo parece una novela de Ross McDonald. Demasiado bueno para ser real.
Pero en Marbella todo es posible.

miércoles, 9 de mayo de 2012

YO QUIERO SALIR EN LA PORTADA DE LA RAZÓN

Como un Andreas Baader o un Carlos con gafas estratosféricas de ligar en las boites del Berlín Oriental, como Angela Davis luciendo pelo afro, como Patty Hearst convertida en la camarada Tania del Ejército Simbiótico de Liberación o Malcolm X tras salir del encuentro que mantuvo con Fidel Castro en el hotel Theresa de Harlem. Así yo quiero ser un icono del ininterrumpido combate anticapitalista, un guerrero sonriente de la causa antisistema digno de figurar en la primera página de La Razón, allí donde se acusa a los sediciosos y se les señala. Ah, si yo fuera capaz. Si tuviera veinte años y pudiese repartir pasquines incitando a la huelga, a la sombra de las muchachas rojas, como literaturizase Umbral. Qué regocijo supondría que en las asambleas de la facultad los compañeros de insurgencia volviesen el rostro a mi paso y se dijesen: es él, el chico de la primera página. Qué envidia, amigos y amigas que habéis sido distinguidos por la ira ciega de esa portada acusatoria, con aspecto de haber sido impresa para pegar en las farolas con un Wanted debajo.
Como el Lute brazo en cabestrillo y dos guardias de adorno, como Patricio Lumumba en el último tren a Katanga, como Danny el Rojo cuando era rojo, como Bobby Sands en los murales de Belfast. como Mario Firmenich y Santa Evita, como Caracremada recibiendo una bala en el corazón cual Billy the Kid del Ampurdá. Así quisiera yo figurar para la Historia en la primera página de La Razón y que se me acusase de todo vicio, de disipación y onanismo, que se me incluyese entre los elegidos. La subversión no descansa y La Razón está ahí para apuntar con el dedo a la horda marxista que todavía pretende socavar los cimientos de la civilización occidental. Como Sandino, como Zapata a lomos de sus caballo blanco, como Camilo Cienfuegos refulgiendo al tercer día, como el mismísimo Jesucristo hippie que adornaba los dormitorios de los jóvenes inconformistas cristianos de los 70. Así quisiera yo ser inmortalizado en la primera página de La Razón y que se me rifen las estudiantes de Políticas y las militantes de las juventudes del PSOE. Ah, quién tuviera veinte años. Quién pudiera reinventarse en líder de una revuelta capaz de encender las alarmas en la redacción de la vetusta Razón, ¡busquen una fotografía de ese motherfucker!, imagino gritando a Carmen Morodo, tan guapa ella, subdirectora y tertuliana. Pero yo mismo enviaría tal foto, una foto en sepia, con gorra de medio lado y guantes negros muy brillantes, black panther de tez pálida. O una foto con el puño en alto sobre el podio como en unas olimpiadas mexicanas de hace lustros. La revolución siempre nos hace jóvenes y La Razón es nuestra revista Time pero en ridículo y yo lo que quiero es salir en su portada y ser admitido en el Panteón de los Insurgentes Ilustres. Bandiera rossa, bandiera rossa...

UN CONSEJO GRATIS, SEÑOR RAJOY

Vaya usted a ver Los idus de marzo, señor Rajoy, y fíjese qué tipo de asesores dirigen la campaña de George Clooney, en la película candidato demócrata sólo en apariencia cuasiangelical. Admire a esos mefistotélicos Ryan Gosling y Philip Seymour Hoffman, habilidosos para la trampa, capaces de gestionar cualquier hecatombe que se interponga en el camino. Asesores políticos sin miedo a contradecir a su patrón y, sobre todo, dotados de una inteligencia estratégica que les permite anticiparse a los acontecimientos. Ninguno de los dos hubiera permitido que hiciese usted el ridículo quedándose como ido frente a los periodistas que le aguardaban en los pasillos del Senado. Ni tampoco creo que estuviesen muy de acuerdo con esa política consistente en negar lo que, de modo inminente, tiene que ejecutarse. Ni, desde luego, asentirían ante el burdo intento de ensuciar de palabrería confusa las decisiones gubernamentales para que, con suerte, cuele una subida del IVA o un copago sanitario sin que se percate el elector. El elector es imbécil sólo hasta cierto punto. Por eso resulta contraproducente la propaganda de esos aduladores que, a la espera de ver si les cae algo en RTVE y se salvan del ERE nuestro de cada día, le lustran las botas desde las páginas de La Razón, ABC o La Gaceta. Me refiero, por ejemplo, a esa obra maestra del servilismo, la cursilería y la mera idiotez que es el artículo que el pasado sábado se publicó en el diario que dirige Marhuenda y en el que se relataba que usted viajó a Quintos de Mora con un tupper en el regazo para disfrutar junto a sus esposa e hijos de una cena recalentada. Encima los de La Gaceta, en un ataque de celos adolescente, se han enfadado y han aireado que de eso nada y que no cenó tupper y que ni siquiera estuvo usted en Quintos de Mora. Con amigos así, señor Rajoy, sobran los enemigos. Tal propaganda socava la imagen del gobierno porque está diseñada por idiotas que piensan que la gente es aún más idiota que ellos (cosa difícil) y la gente, repitámoslo, es idiota sólo hasta cierto punto.
Hay una expresión muy utilizada en la jerga de los asesores de comunicación estadounidenses: "control de daños". Cuando algo se ha jodido y no hay arreglo ni ocultación posible, no te empeñes en otra cosa que no sea minimizar el desastre. Si va a demoler el Estado del Bienestar, señor Rajoy, construya, al menos, un relato épico ("sangre, sudor y lágrimas", ya sabe) que permita a sus votantes echar mano de un argumentario válido. Lo contrario es precipitarse al abismo y, si la cosa sigue así (y dado que soy de izquierdas, lo espero), estoy de acuerdo con David Gistau en que usted pasará a la posteridad como el único presidente que en España aguantó una única legislatura.
En fin, por mí estupendo pero no creo que a usted le valga perder intención de voto a razón de un punto por mes (ese es el resultado a leer en el último CIS, aunque seguramente sus asesores le dirán que no, que tampoco está tan mal, que vamos a tope y que usted es más guapo de Hollande). Siga así, presidente, qué caramba. Con ministros de no saben y no contestan o que contestan sin saberse del todo la lección y una Cospedal tan sobreactuada que parece una folclórica y un ministro del Interior que transmite tal tristeza que no sabemos si lo que anuncia es bueno para España o le apena profundamente. Asesores, esa extraña raza que nos fascina en las películas estadounidenses, maquiavélicos calculadores que juegan con la opinión pública y los medios de comunicación. Para bien o para mal, aquí no existen. Aquí, generalmente, son unos señores o señoritas a los que se les ha premiado con un puesto en el departamento de comunicación por su buena conducta ante el partido y su fidelidad a la causa. Así nos va, señor Rajoy. Así le va a usted, me refiero. Por mí, le repito, fenomenal.
Y otro día, si quieren, hablamos de la estrategia de comunicación de PSOE o de IU (aunque me temo que, en este caso, tal concepto ni existe -una pena-). Bueno, eso. Políticos de Dios, vean Los idus de marzo.

lunes, 7 de mayo de 2012

¡MADRID RESISTE!

Tarde de domingo en Madrid. Antigua Tabacalera, cerca de la Glorieta de Embajadores. En el patio central hay un viejo punki que cuida el huerto, negros que tocan timbales, rehabilitados de Proyecto Hombre arrancando a una guitarra guiños flamencos, adolescentes de ensoñaciones rastafaris. Pero también familias de paseo con prole de críos y abuela a bordo, grupos de treintañeros ociosos, parejitas que comen pipas y admiran un mural de la pared mientras en la esquina moros y cristianos comparten humo de kif. En este puerto franco toda marinería es bien recibida. La Tabakalera representa un nuevo modelo de gestión ciudadana: la administración (sin recursos, sin inventiva, sin ganas) cede un esqueleto de óxido y paredes vacilante al activismo vecinal que se vertebra en torno al movimiento okupa, grafitero, alternativo. Y de ello resulta este centro de actividades diversas (yoga, teatro, cine, mojitos, hachís) y enorme belleza. Ha sucedido también con El Campo de la Cebada, surgido de la transformación de un solar que nació con la demolición de un viejo polideportivo en pleno centro de la ciudad. Ahora juegan los niños, se organizan conciertos al aire libre, se pasan películas. Madrid resiste. Madrid es una ciudad indestructible. En plena crisis, con los bares semivacíos y la chavalería bebiendo calimocho en cualquier rincón meado, Madrid planta cara y surgen iniciativas que demuestran la vitalidad de una urbe que nunca se da por vencida.
Está La Casa de la Portera, improvisado espacio teatral en unos pocos metros cuadrados, en una vieja vivienda reconvertida a la bohemia. Igual que está el Microteatro por Dinero, allá por la calle de la Ballesta, con representaciones efímeras en las estancias de un viejo puticlub.
Están los artistas como mi amigo Manuel Cuesta que, además de sus actuaciones en locales, canta y toca, toca y canta (a un módico precio), para quien quiera verle en su propio domicilio vallecano.
Está cada martes (de siete a diez) Microabierto, en el café Libertad, donde todo músico puede subirse al escenario y hacer de su capa un sayo.
Está el Dog&Roll donde, cuando le apetece a Rubén, se invita a un rockero que tenga valor para actuar desenchufado, a escasos palmos del público.
Está la gran escena con sus montajes teatrales subvencionados a manos llenas y está la Sala Cuarta Pared, que ahora mismo llena sus butacas con un hermosísimo ejercicio de relato escénico: El chico de la última fila de Juan Mayorga.
Está Malasaña, reventona de madalenas azul pitufo y tiendas de ropa de segunda mano y cafés y barras de zinc que aguantan el paso de los siglos.
Madrid es la ciudad que, contra todo pronóstico, resistió al asedio franquista hasta el final de la guerra y se iba de paseo y al cine y a los teatros después de cada bombardeo de la aviación sublevada.
Madrid, con crisis o sin crisis, alza la cara y hace de la insolencia su bandera.
Madrid es una tarde de domingo en la que, en el patio de la antigua Tabacalera, juegan los niños al escondite, comen pipas las parejas de enamorados, fuman un cigarrito jubilados de la toxicomanía y sueñan revoluciones tiernos perroflautas de dieciséis años.