jueves, 25 de julio de 2013

ANTE LA DUDA, HAGAMOS PERIODISMO

Lo admito. El tono de mi tuit fue grosero e inadecuado (y sintáctica u ortográficamente discutible): "Lo malo de no tener ni puta idea qué decir es que Fernando Berlín señala que hay imágenes que no deben mostrarse. No viene a cuento, tío". Pero es que me irrita la cantinela que se repite a cada ocasion que una tragedia, masacre terrorista o catástrofe nos toca de cerca. Fernando Berlín sostiene que mostrar los cadáveres del accidente de tren de Galicia es "puro morbo". Sus seguidores en twitter insisten una y otra vez en defenderle arremetiendo contra mi criterio (el periodismo es el relato de la realidad, por cruda que esta sea) mediante un argumento repetido: ¿y si fuera un familiar tuyo el fallecido en ese tren? Pues no creo que hallase consuelo en que el cadáver de mi familiar no apareciese en una fotografía o una imagen de televisión. En todo caso, el límite es el sentido común y un mínimo de moralidad, cosas ambas que (me da la impresión) la mayor parte de los medios están aplicando hasta ahora. No se trata de mostrar las vísceras al detalle pero tampoco de ocultar la brutalidad del suceso. Tal vez haya quien opine que el modelo es el 11S, en el cual los cadáveres desaparecieron del ojo público. La realidad entendida como una Disneylandia sin sangre. Y, sin embargo, las tragedias no se aminoran lo más mínimo mediante la ocultación y la obligación del periodista es aproximarse a la exacta dimensión del suceso que se narra. Y un accidente de tren tiene su exacta dimensión en las víctimas. Acercanos a ellas resulta doloroso pero ineludible. Aunque, evidentemente, todo se puede hacer bien o mal y habrá medios o periodistas que caigan en lo soez, lo rastrero o lo vulgar. Son los riesgos de la prensa libre.
Entono también el mea culpa porque en otro tuit lanzado en la vorágine de la polémica incurrí en aquello que ridiculiza la famosa ley de Godwin: "A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno". Sí, yo mencioné el nazismo al preguntarme si, aplicando la misma lógica argumental de quienes pretenden censurar las imágenes del accidente de tren, hubiéramos difundido o no las terribles imágenes de Auschwitz. Vale. No mencionemos Auschwitz. Hablemos de la guerra de Secesión estadounidense y sus estremecedoras fotografías, de los Desastres de la guerra que pintó Goya, de la niña desnuda abrasada por el napalm en Vietnam. El ser humano, para entender la hondura de una tragedia, ha de verla. El ser humano es un observador compulsivo y eso no le hace peor.
El objeto de relatar dramas como el del tren accidentado de Galicia es informar y mover a la compasión, sabernos parte de un colectivo capaz de empatizar con la desgracia de quienes no conoce.
Hay una frase que siempre me ha gustado. Suele utilizarse por parte de los veteranos de este oficio cuando quieren zanjar una discusión filosófica sobre cómo ha de tratarse una noticia:
- Ante la duda, hagamos periodismo.
Es eso.
Simplemente eso.