viernes, 4 de marzo de 2016

CAL VIVA

Nada de eso sucedió. Me hicieron director general, me divorcié de Concha y me fui a vivir a Las Rozas, eran tiempos felices de verbena en Miguel Yuste, abre la muralla, copas y conversación en la alta madrugada con ministros y Charo López en la luz de humo de incontables cigarrillos, vino la Expo y las Olimpiadas, éramos indestructibles, nos recibían en los mejores restaurantes de la ciudad, Andrea se quedó embarazada y el chalé se nos hizo pequeño, aquella tarde en Ferraz cuando Felipe nos dio un abrazo a todos, somos la historia en marcha (creo que dijo), el miedo y el horror ante el cadáver de Luis, asesinado por ETA, su cuerpo inerte en la capilla ardiente bajo la bandera rojigualda, su viuda absolutamente rota ante el féretro, pero en seguida nos fuimos a cenar otra vez, llegaré tarde (avisé a Andrea), balas contras balas, Damborenea está loco (comentó alguien), éramos felices, sin embargo, felices y jóvenes a nuestros cuarenta y tantos años, cincuentones pero encaramados al poder y del poder a los despachos empresariales, dejar el tabaco tras tantos años de nicotina fue lo más difícil, Guadalajara y nuestro presidente acompañando a Pepe y a Rafa, sindicatos del crimen apostados en las páginas de los periódicos y niñatos de derechas abucheando a socialistas por los campus universitarios, éramos el triunfo y la resistencia, la España nueva que nos prometieron nuestros abuelos republicanos, la luz declinante de la tarde cuando a nuestro amigo Paco le dijeron que el cáncer lo iba a arrasar todo en apenas unos pocos meses, Andrea lejos, el amor apagándose y todavía verbenas y hoy puede ser un gran día (Serrat en Las Ventas), tardes de toros también, nada de lo humano nos era ajeno y había que apresurarse, era demasiado tiempo de padecimientos y ahora nos tocaba a nosotros, fuimos felices, cambiamos este país, teníamos la razón. Y nada de eso sucedió. No hubo cal viva manchando nuestras manos y ese maldito advenedizo leninista no tiene derecho a decirnos lo que nos dijo, somos inocentes de toda culpa, el pecado es el suyo, su radicalismo de asamblea universitaria, nosotros también fuimos así pero cambiamos, nosotros nos sometimos a las traiciones necesarias, la realidad atemperó nuestros ímpetus rupturistas y no, Pablo, jamás sucedió, no puedes hablarnos así, no es admisible recordar que alguien (tal vez en nuestro nombre, tal vez con consentimiento de los nuestros) mató, torturó, secuestró, es más complicado de lo que pensáis, si hubierais vivido aquella tragedia diaria, aquella muerte tras muerte, Luis en el ataud (muy serio cuando tanto reía), no tienes derecho, Pablo, a mencionar aquello. Porque nada de eso sucedió. Porque no podeis comprender que aquellas sombras son parte de una luz cegadora que fue la luz de nuestros mejores días.