sábado, 29 de diciembre de 2018

LO QUE SUCEDERÁ EN 2019


El fantasma de las Navidades futuras trae malas noticias para la izquierda.
El ciclo reaccionario que dio comienzo en Andalucía será un oleaje que arrase en próximas elecciones autonómicas y municipales. Y después en las generales.
El electorado de izquierdas se halla exhausto y desanimado. De nada ha valido la moción de censura. De nada valió que surgiera una fuerza rupturista y de cambio que tomó al asalto instituciones al grito de Sí se puede. De nada ha servido nada.
Por mucho que Gramsi recomendase el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la razón ha cundido la sensación de que resulta imposible hacer frente a un destino sombrío.
Contra Podemos ha valido la política de tierra quemada de la propia izquierda y del progresismo senil que ha disparado hacia la formación morada una y otra vez agudizando sus contradicciones internas.
Contra el PSOE ha valido el PSOE mismo, en un incansable camino de moderación hacia ninguna parte y la batalla permanente de una socialdemocracia regional cuya pedagogía política consiste en gritar ¡viva España! ante cualquier duda.
Contra ambas opciones políticas ha valido la amenaza catalana y la torpeza de un independentismo que algo debiera leer en Lenin y otros pensadores sobre el asunto de la correlación de fuerzas.
Al electorado de PP, Ciudadanos y a una parte de los votantes del PSOE no les inquieta tanto VOX como Quim Torra así que tendremos España para rato pero España de derechas.
Y no creo que vaya a servir de nada apuntar con el dedo a Casado y Rivera por pactar con una ultraderecha a la que ni siquiera se puede llamar fascista por si se molestan sus electores.
Con que esto es lo que hay.
Pedro Sánchez gobierna pero lo hace con 84 diputados y sin haber intentado siquiera un ejecutivo de coalición y la ley de gravedad existe así que todo lo que lanzamos hacia lo alto tiende a caer.
Pero ¿y si logramos que en las campañas electorales que vienen se hable de desigualdad, de los desahucios que persisten, del problema de la vivienda, del machismo rampante y de otros asuntos que no tengan a Cataluña en el centro?
Dará igual.
El cabreo contra los banqueros se ha esfumado porque Miguel Blesa ya se suicidó y Rato está en la cárcel y ahora toca dirigir la furia hacia otros objetivos: los catalanes, los inmigrantes, las feministas, los impuestos excesivos, las restricciones de tráfico, el que los belenes de Navidad que montan los ayuntamientos del cambio resulten ofensivamente ridículos…
Nos lo hemos buscado, queridos camaradas.
La izquierda sigue jugando a sus cosas, creyendo en esa España bonita que Zapatero pintó de colorines, donde la homosexualidad era respetada, a nadie le gustaba ir a los toros y sentábamos a un inmigrante a nuestra mesa.
Pero resulta que no.
Que otra España estaba ahí.
Ha vuelto.
Van a gobernarnos PP, Ciudadanos y VOX.
Acostúmbrense.
O no se acostumbren.
Nada está escrito.
Frente a la resignación existe la posibilidad de preparar una contraofensiva que impugne el discurso reaccionario.
Sin embargo, eso necesitaría de una inteligencia política que fuera más allá de los cálculos electorales o más allá de las claves de lucha política por el poder dentro del partido de turno.
Y precisaría también que en unas próximas elecciones generales no tuvieran la llave de la gobernabilidad los grupos independentistas catalanes.
Dicho de otro modo.
Que PSOE y Podemos pudieran (y quisieran) sumar.
¿Sucederá?
Tal vez.
Pero, de momento, lo que veo para un futuro próximo es el regreso de la España que huele a Varón Dandy.
Y ojalá me equivoque y puedan en los próximos meses restregarme por la cara lo mal analista y augur que soy.
Sea como fuere, pásenlo bien, feliz 2019 y que Dios (o el diablo) reparta suerte.


lunes, 11 de junio de 2018

¡VIVA ESPAÑA!

Puede que acabe siendo un brindis al sol y tampoco me sumen a los entusiastas automáticos de Pedro Sánchez pero admitamos que hay que congratularse porque España sea hoy noticia por abrir sus puertas en una Europa que las cierra brutalmente. Empujaron alcaldesas como Ada Colau y Manuela Carmena y el alcalde de Valencia Joan Ribó y el Gobierno dio su visto bueno. Se ofrece acogida al Aquarius, barco de la esperanza para fugitivos de la miseria al cual una Italia sumida en la abyección ha decidido abandonar a su suerte.
Hemos tenido una temporada de patriotismo con Marta Sánchez dibujando pomporrutas imperiales en su reescritura del himno. Pero el patriotismo era esto: ayudar al necesitado desde nuestra condición de privilegio aún en tiempos de crisis. Cabe enorgullecerse de lo que somos si lo que somos resulta un ejemplo de solidaridad y no de exclusión.
Lo peor ha sido escuchar a Xavier García Albiol traduciendo del francés el discurso de Marine Le Pen aunque, en general, parece unánime la piedad con quienes se juegan la vida en el Mediterráneo buscando un lugar mejor.
Y no me hablen de buenismo porque, como he leído en Twitter, lo contrario es la maldad sin paliativos.
A veces las cosas son endiabladamente simples.
¿Puede Europa permitirse mantener a 600 hombres, mujeres y niños que huyen del hambre flotando en el mar con el futuro detenido?
No.
Otra cuestión es que el problema migratorio no se solucione a golpe de improvisados gestos humanitarios sino que, si Europa existiera, tendría que obligar a Italia a cumplir con sus obligaciones y también al resto de sus Estados miembros.
España puede sentirse satisfecha de que el puerto de Valencia vaya a recibir al Aquarius (si es que llega a producirse tal hecho) y la patria es mucho más ese barco con destino a nuestras aguas que las banderas a las que las tormentas primaverales han restado todo lustre, ahora que (incluso) parece que puede firmarse la paz con Cataluña y que empecemos a hablar de lo realmente importante.



viernes, 8 de junio de 2018

NO OLVIDES QUE ERES HUMANO, PEDRO

Antes de ayer era el tonto del pueblo y hoy es la mayor inteligencia política que ha dado España en decenios. Ni tanto ni tan calvo, supongo. Pedro Sánchez enardece a la clase opinante del periodismo y hasta el camarada Maestre dice que muy bien, que la izquierda tiene que asumir su derrota y gobernar como Ciudadanos para que no gobierne Ciudadanos. Pero para eso ¿no sería mejor que gobernase Ciudadanos?
Bien está el mensaje feminista y, desde luego, resulta más presentable este Consejo de Ministras que quienes vociferaban "soy el novio de la muerte" al paso de la Legión.
Pero no estaría de más aguardar acontecimientos.
En el fragor del entusiasmo de estos días he leído (al propio Maestre) que la composición del Gobierno asegura a Sánchez "ganar unas elecciones que puede convocar cuando mejor le convenga" y Esteban Hernández firma en El Confidencial un artículo titulado El brutal golpe del PSOE en la mesa (para quedarse años en el Gobierno).
No digo yo que tan insignes plumas se equivoquen pero, como aconsejaban Siniestro Total, ante todo mucha calma.
Si nos creíamos las encuestas que daban a Ciudadanos un resultado extraordinario, ¿hemos de concluir que todos esos votantes cambiaran su papeleta por obra y gracia de Pedro Duque?
La política es más complicada y, sobre todo, se recomienda tener la cabeza fría.
Y de las encuestas que vienen ya me sé el resultado porque los politólogos lo han anticipado corrigiéndose a sí mismos (subirá el PSOE). Cuídate de los idus de marzo, Pedro, y de la burbuja laudatoria que se ha hinchado sobremanera durante las primeras horas de Gobierno. Acudir en auxilio del vencedor es norma en España y dar por muerto al adversario político también y ambas tradiciones suelen conducir a la melancolía cuando los planes no se cumplen.
En cuanto a si estamos ante un Gobierno "incontestable", tal y como claman las trompetas mediáticas más acreditadas, permítasenos ejercer la capacidad crítica todavía un rato ya que no nos han dado ni una mísera jefatura de comunicación que llevarnos a la boca. ¿O no resulta extraño que Grande-Marlaska, tan afín al PP, se siente en el Consejo de Ministras como si nada?
El problema, querido Antonio Maestre, es que si la izquierda (o las fuerzas del cambio -como queramos llamarlo-) claudica de su papel, tarde o temprano será la derecha quien se beneficie de ello y ahí tenemos a Macron. Otra cosa es que pretendamos engañarnos y asegurar que Macron representa una suerte de nueva izquierda pero eso también lo dijimos de Tony Blair y el resultado final fue un BREXIT de proletarios desencantados.
Démosle a Pedro Sánchez sus cien días de gracia y ojalá a las españolas y españoles las cosas les vayan mejor con el PSOE.
Pero no exageremos en el halago y búsquese el presidente del Gobierno quien, como a los césares romanos, le diga al oído: "Recuerda que sólo eres un hombre".

lunes, 21 de mayo de 2018

CON IRENE Y PABLO

Llámenme idólatra pero creo que hay ocasiones en las que uno está obligado a dar la cara aunque se la partan y toca, aunque sea a contracorriente, estar al lado de Irene Montero y Pablo Iglesias. Resulta ridículo debatir políticamente sobre la casa que se han comprado y resulta democráticamente letal que alguien como Eduardo Inda marque la agenda pública en este país. Y, sí, aunque suene a argot podemita y a riesgo de que me acusen de sectario los puros, todo esto emerge de cloacas infames.
Acepto las contradicciones del prójimo (y las mías propias) a cambio de que prevalezca la verdadera honestidad así que las dimensiones y la piscina de la casa donde van a vivir Irene Montero y Pablo Iglesias me parecen pura anécdota.
Pero la cacería arrecia.
Por parte de la derecha con argumentos pueriles que no oía desde mis días de alumno en colegio de curas ("muy rojos pero bien que les gustan las gambas").
Por parte de quienes sueñan con una imposible resurrección de la socialdemocracia y odian a Podemos desde que se fundó.
Por parte de cierta izquierda presuntamente pura capaz de conducirse al suicidio a cambio de mirarse al espejo y pretender que no podemos errar.
Quiero creer que hay mucha más gente que sabrá entender de qué estamos hablando.
Nos hallamos ante una ofensiva sin límites que no parará aunque Pablo Iglesias e Irene Montero sean eliminados de la ecuación Podemos. Ni Kichi ni Íñigo Errejón ni el más simpático y moderado dirigente de Podemos se librará de los ataques del establishment aunque se vaya a vivir una cueva con un mendrugo de pan.
¿Debiera haberse convocado la consulta anunciada para estos días?
Tengo mis dudas.
Pero también entiendo lo insoportable que resulta ser escrutado y perseguido del modo en que lo han sido Irene y Pablo.
Decidan los militantes de Podemos.
Mientras tanto, haríamos bien como democracia en diferenciar lo importante de lo accesorio. Importante es el saqueo de lo público o que alguien se lucre con el dolor ajeno (cosa que, por mucho que José Luis Ávalos ponga voz de ogro, no ha hecho ningún líder de Podemos). Accesorio es la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero.
Diré más. Polemizar sobre la dichosa casa me parece una inmensa pérdida de tiempo cuando hay asuntos tan importantes que abordar.

lunes, 19 de febrero de 2018

¿POR QUÉ A LOS ROJOS NO OS GUSTA EL HIMNO DE ESPAÑA?

Enuncia el título de estas líneas una pregunta que desde tiempos inmemoriales vienen haciéndose los cuñados sin entender absolutamente nada.
Bien.
Hay una explicación para el rechazo de una importante cantidad de españoles hacia un himno que bien está cuando triunfa Rafa Nadal pero crispa un poco en otras ocasiones.
Primero porque, puestos a elegir, hay gente que preferiría el Himno de Riego ya que (hasta que se prohiba) ser republicano es absolutamente legítimo.
Conviene recordar que el himno de España es la Marcha Real y, en fin, muy republicano no resulta. También cabe otro recordatorio: no fue himno nacional durante el Trienio Liberal (1820-1823) y la Segunda República (1931-1936) y sí lo fue, machaconamente, durante cuarenta años de franquismo, lo cual hizo que en el hipotálamo de varias generaciones quedase inscrito (con letra de Pemán) como la música de una dictadura aunque ello vaya disipándose y aceptemos pulpo como animal de compañía.
En la Transición se llegó al acuerdo de que monarquía, himno y democracia eran aceptados en un mismo pack siempre y cuando fuese la democracia (y la justicia social) lo que predominase y no la monarquía y el himno.
Además, añádase que España es un país (¿de países?) tan complejo como para que algunos que viven en algunas latitudes (véase Cataluña, Euskadi, Galicia o, incluso, Cartagena) prefieran el himno de su pueblo. Ello no equivale a separatismo sino que las cosas son como son y el sentimiento nacional, regional o de barrio ha de respetarse porque aquí no hubo Revolución Francesa y los jacobinos son minoría exceptuando a Josep Borrell.
En cualquier caso, no pasa nada porque suene el himno de España antes de comenzar los encuentros deportivos y hasta emociona escucharlo si gana La Roja o logramos un premio Nobel, cosas ambas bastante improbables pero que (ojo) han sucedido.
Sin embargo, a empujones no se hacen patriotas, creo yo, y en cuanto a la propuesta de Marta Sánchez para poner letra al himno de España, vale pero si no hay obligación de aprenderlo en la escuela.
Dicho todo esto, Suspiros de España está musicalmente muy por encima de la Marcha Real y nos valdría como himno aunque haya referencias heteropatriarcales y religiosas un poco anticuadas. Tal vez lograse cierto consenso.
Aunque, la verdad, quizás lo mejor es seguir siendo españolas y españoles enorgulleciéndonos de carecer de letra en nuestro himno, pronunciando el lolololo y prescindiendo de solemnidades. Forma parte de nuestro carácter esa bella anomalía. Poseer un himno absurdo que no gusta del todo a nadie y que, sin embargo, se acepta sin aspavientos siempre y cuando no se entone para atizar al contrario en el colodrillo.
Y sobre La Marsellesa hablaremos otro día porque si amamos esa canción sanguinaria no es tanto por Robespierre como por lo bien que suena en Casablanca como himno antifascista.

martes, 23 de enero de 2018

LA HUMILLACIÓN DEL PRÓJIMO COMO MODELO DE CONVIVENCIA

Tendré que repetir (por si acaso) que no simpatizo con las aspiraciones separatistas de Puigdemont pero me ha irritado sobremanera el vídeo en el que un gracioso transnacional le hace besar una bandera española.
Soy patriota a condición de que no me obliguen a serlo y si me hice objetor, fue para que un sargento chusquero no me ordenase limpiar letrinas en nombre de España y sin pedirlo por favor.
No me hacen gracia las bromas de youtuber facha ni tampoco lo de Tabarnia igual que me pareció despreciable que una diputada catalana de Podemos retirase de los escaños del Parlament banderas españolas tratándolas como trapos.
Tan respetuoso soy con los símbolos ajenos que, estando en contra de que los yihadistas les maten, jamás he podido reir la permanente mofa de los emblemas del islamismo, catolicismo o judaísmo que la gente del Charlie Hebdo hacía (y hace) en sus páginas.
No supone eso que quiera yo prohibir con penas de cárcel la blasfemia, el insulto o la mala educación.
Sólo pido que no se jaleen los comportamientos obscenamente humillantes con el prójimo.
Hace unos días, ante la redacción que dirijo, admití haberme equivocado por publicar un vídeo en el que un espontáneo palmeaba el rostro de Harvey Weinstein. Se contemplaba  al productor y notable acosador sexual con cierto gesto de terror ante la bronca de un tipo y, en su huída del local donde se hallaba, el susodicho espontáneo tenía ocasión de darle un par de tenues golpes la cara. Puede que Weinstein sea abofeteable pero, como les dije a mis colegas de redacción, "ver un vídeo así te hace peor persona".
Exhibir el miedo o la humillación del prójimo no nos hace mejores como sociedad.
Me da igual que sea Puigdemont o Hitler (perdónenme incurrir en la ley de Godwin), no estamos para hacer de propagandistas de uno u otro odio sino para informar, reflexionar o entretener del modo más saludable posible.
Seguramente mañana ese peluquero español afincado en Dinamarca que ha querido ridiculizar a Puigdemont sea reina por un día en la programación televisiva de este país.
Así están las cosas.
Imaginen si les provocaría la misma hilaridad ver a un mostrenco haciendo besar una estelada a Mariano Rajoy.
A mí no, desde luego.
Dicho esto, sigamos con nuestros afanes y aguardemos mejores tiempos y las banderas, por favor, dejémoslas para celebrar las victorias de Rafa Nadal cuando Rafa Nadal se recupere de su lesión.