martes, 9 de julio de 2019

IVÁN REDONDO QUIERE APOSTAR (OTRA VEZ) A LA RULETA

Las catástrofes suceden a cámara lenta. Iván Redondo está convencido de cabalgar la cresta de la ola y no hay quien, dentro del PSOE, tenga valor suficiente para contradecirle. Y, sin embargo, puede estar conduciendo al partido que lidera Pedro Sánchez a un desastre sin paliativos. Es lo que tiene entender la política como una sucesión de trucos que, a corto plazo, te otorgan una ganancia inmediata y después desdibujan cualquier proyecto y te desplazan hacia la nada.
Quien ha conversado con Iván Redondo alguna vez relata que el asesor de Pedro Sánchez concibe toda estrategia en clave cholista ("partido a partido") y está convencido de que apostarlo todo a un número da buenos resultados.
Y, sí, le ha dado buenos resultados hasta ahora.
Pero una repetición de elecciones es una jugada de alto riesgo y nadie sabe cómo asumiría el electorado una tomadura de pelo de tal calibre.
Sobre todo teniendo en cuenta que la suma de los votos de la derecha en las últimas convocatorias electorales no está tan lejos de una mayoría suficiente como para aplastar la izquierda.
Pero Pedro Sánchez ha sido convencido de que su baraka no tiene límites.
Admitamos que, incluso, lograse triturar a Unidas Podemos en una nueva convocatoria electoral con la inestimable colaboración de Íñigo Errejón.
¿Lograría mayoría absoluta?
No parece una opción muy probable.
Seguramente aguarde un viraje en Ciudadanos y la rendición de Albert Rivera para que vuelva a firmar el pacto del abrazo o menos que eso.
Se trata de gobernar desde la derecha tras haber prometido al electorado un giro a la izquierda.
Habrá que ver si la gente acepta esa trampa.
Iván Redondo está convencido de que sí porque, en el fondo, piensa que el electorado tiende a la idiocia y que el PSOE está por encima del bien y del mal.
Probemos.
Y luego lloraremos como en Madrid y en tantos sitios donde la derecha ha logrado sumar.
También puede suceder como en Castilla-La Mancha o Extremadura pero, desafortunadamente para Iván Redondo, no toda España es Castilla-La Mancha o Extremadura y si no, que prueben a presentar a Page o Fernández Vara en Cataluña, Valencia o País Vasco. Por ejemplo.
Las catástrofes suceden a cámara lenta y no suelen percibirse durante su desarrollo.
En Moncloa siguen ebrios de champán y, según todas las fuentes a las que uno consulte, están convencidos de que nada puede salir mal para Pedro Sánchez.
Otras elecciones, argumentan, reforzarían al PSOE y colocarían a Unidas Podemos en una situación aún más débil.
España, por cierto, queda fuera de la ecuación.
A nadie importa que siga creciendo la precariedad, que el precio de la vivienda se esté convirtiendo en un problema asfixiante, que la crisis (por mucho que nos empeñemos en no verlo) continúe ahí.
¿Qué tiene que perder el PSOE?
Definitivamente puede perder su credibilidad como partido de (levísima) izquierda.
Sus militantes gritaron en Ferraz "con Rivera NO" y les ha dado igual.
Bien.
El PSOE tiene derecho a gobernar con Ciudadanos y desarrollar un programa de centroderecha. Sin embargo, sería exigible cierta honestidad y comunicárselo al electorado antes de votar.
Las catástrofes suceden a cámara lenta y no habrá una movilización como la de la última vez.
O sí.
Esa es la apuesta que pretende repetir Iván Redondo en la ruleta.
Y a España que le vayan dando.

lunes, 10 de junio de 2019

POR UN GOBIERNO PSOE-UNIDAS PODEMOS

El título de este artículo podría ser un encabezamiento perfecto para un manifiesto de las gentes de la cultura y las artes como el que promovió Luis García Montero de cara al 28A y que llamaba a votar contra el mal y a favor del bien, siendo el bien PSOE o Unidas Podemos, lo mismo daba. Ahora, sin embargo, no hay manifiesto que valga y parece que el bien puede ser, sin problema alguno para la farándula y los poetas, un ejecutivo del PSOE apoyado en la derecha naranja. Mientras no nos toquen el Instituto Cervantes aceptamos pulpo como animal de compañía.
Resulta curioso que, siendo un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos el preferido por españolas y españoles (según el CIS y pese a las contorsiones de Tezanos), esta opción permanezca absolutamente invisibilizada en las tertulias, el columnismo y las opiniones de la clase opinante.
Bien es cierto que todos los tertulianos somos del PSOE y el sueño de un nuevo 1982 erotiza y para ello ha de desaparecer del mapa Podemos.
Y, sin embargo, al PSOE le vendría bien un gobierno de coalición que afianzase su imagen de partido verdaderamente progresista y se haría historia y España habría finalizado de verdad la Santa Transición que no acaba nunca.
Pero Pedro Sánchez (que estás en los cielos) cuenta con la adulación de los suyos y está convencido de que una y otra vez repetirá el relato de éxito que plasmó en su Manual de resistencia. Tal vez.
Quizás lo mejor sea votar de nuevo y, si es necesario, votar otra vez después hasta que el PSOE saque la mayoría absoluta que se merece.
Porque, sinceramente, sin ministerios no hay paraíso y un programa de gobierno está hecho para incumplirse si dentro del ejecutivo no hay participación de ambas partes firmantes.
Lo cual es una obviedad pero da igual porque, con tal de que Unidas Podemos jamás acceda al poder central, cualquier argumento es válido. No hay medio (progresista o de derechas) donde no se publique diariamente al menos un artículo poniéndole la mortaja a Pablo Iglesias en particular y a la formación morada en general.
Parece mentira que casi cuatro millones de personas votasen a Unidas Podemos en abril. Que luego fueron muchas menos en la europeas, municipales y autonómicas pero si las europeas, municipales y autonómicas eran votaciones que iban a contar para el Congreso tenían que haberlo avisado.
Veremos qué pasa pero la cosa no pinta bien y, además, dicen los periódicos que se ha acabado la crisis, como sabrá usted después de su última subida de sueldo. La gente quiere paz, moderación y que VOX no les asuste. Para ello, más o menos, vale el PSOE. Aunque luego no derogue la reforma laboral.
Sin embargo, con Unidas Podemos tendríamos un Gobierno más diverso, más plural, más proclive al cambio.
No obstante, asumo que quienes decimos esto hemos de ser considerados sectarios y con la cabeza podrida de anticuado marxismo-leninismo y que lo lógico es opinar que, saque los diputados que saque, el PSOE tiene que gobernar y el resto de personas del mundo apoyarle gratis et amore.
Y, mientras hacemos cálculos a corto plazo, la desigualdad (no se equivoquen) sigue creciendo. Vayan a los barrios (si es que no viven allí) y mírenlo. La desigualdad se paga, tarde o temprano. Y no basta con asegurar que se ha cerrado el ciclo del 15M para apaciguar los ánimos de quienes padecen injusticias.
En fin.
Que la vida sigue y, de paso, aprovecho para recomendarles que se lean Malaherba del ínclito Manuel Jabois. Por acabar con un poco de optimismo y bondad.

lunes, 29 de abril de 2019

CUALQUIER NOCHE (ELECTORAL) PUEDE SALIR EL SOL

Me equivoqué y me alegro enormemente. Escribí que nos iban a triturar las derechas pero resulta que la España salvaje ha sido frenada en las urnas. Ganó Pedro Sánchez y a ver qué pasa. Si sale con barba San Antón y si no, la Purísima Concepción. Según opte por Ciudadanos, Unidas Podemos o un original gobierno monocolor con adorno rupturista en macramé.
Unidas Podemos ha sobrevivido y eso sólo puede calificarse como heroico en un país de tertulianos con hedor a cloaca y periodismo progresista obsesivamente entregado al PSOE.
Y, además, con la izquierda aterrorizada por los ladridos de VOX y optando por un voto útil que si luego se va al naranjismo poco útil va a ser.
Pero, sí, Unidas Podemos no es el cadáver que pretendieron algunos y hay que mirar cómo ha resistido en muchos de sus feudos (Madrid, Cataluña, País Vasco...), a la baja pero no tan a la baja como Rubén Amón deseara. Aunque la España vacía se ha vuelto atrás y el voto de izquierdas ha regresado masivamente al PSOE. 
Nos vale este resultado electoral teniendo en cuenta que nos jugábamos que en España gobernase la ultraderecha.
Y, por cierto, tendrán que reflexionar los medios de comunicación (las televisiones especialmente) sobre la omnipresencia de VOX y el ejercicio de normalización de un discurso xenófobo, machista y ofensivo con el adversario y las minorías como el que practica la extrema derecha.
La alegría con que estrellas televisivas han abordado propuestas tan delirantes como el derecho a disparar a quien entre en nuestra casa no tiene comparación alguna con el modo en que los medios europeos serios tratan a la extrema derecha.
Pero bueno, ya pasó.
Ahora el PSOE ya está reclamando a Unidas Podemos que les regale sus votos para gobernar en solitario porque en las tablas de la ley de la Santa Transición así lo estipulan.
Veremos.
La historia (definitivamente) no está escrita.
Y, como cantaba Sisa, cualquier noche puede salir el sol.

lunes, 25 de marzo de 2019

RESURRECCIÓN Y MARTIRIO DE PABLO IGLESIAS

Escribo rápido para no equivocarme.
Pablo Iglesias reaparece y los periodistas le colman de invectivas por sus críticas a los medios de comunicación cuando todo el mundo sabe que, comenzando por Eduardo Inda y concluyendo por Alfonso Rojo (e incluyendo al candidato del PP por Málaga que escribía en Libertad Digital), los periodistas somos gente honrada.
Pregunta Pablo Iglesias a Manuela Carmena a quién va a votar el 28-A pecando de una ingenuidad enternecedora: va a votar al PSOE. Ya lo dijo Felipe González: "Es una de las nuestras". Más pertinente sería preguntar a la actual alcaldesa si se presenta a las elecciones para ser otra vez alcaldesa o, como aseguran en su entorno y saben (me parece) en Podemos, se retirará en cuanto llegue y cederá su bastón de mando a Marta Higueras.
Reúne Pablo Iglesias a una interesante multitud frente al museo Reina Sofía y la imagen no es merecedora de ninguna primera plana aunque, curiosamente, sí que genera abundantísimas columnas de opinión y crónicas en las que se dispara a discreción contra el líder de Podemos.
Pregunta Hilario Pino que por qué no contrataron Irene Montero y Pablo Iglesias a alguien para que les cuidase a sus bebés y subraya Ábalos (voz cavernosa y meridianamente clara del PSOE) que lo de irse a cambiar pañales fue una mala idea. Los hombres duros no limpian cacas.
Apela Pablo Iglesias a La Gente, como en el sermón de la montaña que llenara la Puerta del Sol (¿recuerdan la Marcha del Cambio?) pero la duda es si, al final, La Gente carece de toda pulsión heroica y se conforma con que no gobierne VOX o un escaño de PACMA en el Congreso (que siempre hace bonito).
Asegura Cayetana Álvarez de Toledo, candidata por Barcelona del PP orgullosa (lo ha dicho ella) de no hablar una palabra de catalán, que ha visto a Pablo Iglesias "viejo y cansado". Claro, por no seguir los consejos de Hilario Pino.
Reaparece Pablo Iglesias presto para el martirio aunque de las catacumbas a la gloria siempre hay un paso y, además, lo de las encuestas también lo vimos en Andalucía ("Susana gana de calle") y luego vino la noche oscura del alma con los andaluces de Jaén (aceituneros altivos) llorando su abstención.
En fin, que veremos.

jueves, 21 de marzo de 2019

PUES SÍ QUE ERAN UN POCO FASCISTAS

En la oscura noche de las elecciones andaluzas, cuando irrumpió VOX en su primer parlamento, salió Pablo Iglesias a decir: "Alerta antifascista". La progresía miedica aconsejó mesura y hasta frunció el ceño (cómo no) Íñigo Errejón, que luego apostó por aplicar el método "abrazos gratis" con la ultraderecha y defendió que hay que hablar, conversar, dialogar y dar besos.
"No hay tantos fascistas en Andalucía ni en España" argumentaba la tertulianía y así nos quedábamos tranquilos.
Pero resulta que, pasado el tiempo, parece que sí son bastante fascistas esta gente de VOX porque no de otro modo se puede calificar a quienes proponen ilegalizar partidos políticos, recuperar la joseantoniana dialéctica de las pistolas, "curar a los homosexuales" o rehabilitar a los buenos alemanes que fueron juzgados en Núremberg.
He escuchado estos días a progresistas tan respetables como Joaquín Estefanía y Joan Coscubiela aludir al fascismo (y al franquismo, claro) para referirse a VOX.
Ahora sí.
Pablo Iglesias suele pecar de excesiva rudeza aunque, admitámoslo, esta vez parece que no andaba muy desencaminado.
"¿Y quienes votan a VOX, son fascistas, son mala gente?" preguntan los piadosos.
Tal vez no sean gente malvada pero sí son gente absolutamente equivocada y hay que decírselo frontalmente. De otro modo puede que vayan a las urnas pensando que la papeleta de VOX es lo mismo que la de PP, Ciudadanos, PSOE o Podemos. Y no. VOX es la barbarie, el regreso a la España irrespetuosa y con aspiraciones totalitarias. Vote usted al PP si le da la gana o a Ciudadanos. Gobierne la derecha si en España resulta mayoritaria. Pero votar a VOX es un error criminal.
"Esta usted exagerando" amonesta el moderado.
Y no.
Las brutalidades que VOX está colocando en la agenda política son una regresión al primitivismo. En una España que todavía tiene (en grandes franjas de la población) dificultades para llegar a fin de mes, debaten las televisiones sobre la pertinencia de ofrecer armas de fuego a la ciudadanía para que se defienda de las presuntas hordas de delincuentes que nos acosan.
Debatimos de estupideces porque comprarmos la agenda de la ultraderecha.
Luego en los medios hablaremos de las fake news y volveremos a decir que Rusia es culpable.
"Pero también a Podemos se le dio una enorme presencia mediática y son radicales" apunta el constante apuntador.
No es lo mismo y quien no quiera verlo tiene un problema. Jamás hizo Podemos propuestas contrarias a la dignidad del prójimo ni iba más allá en sus postulados de las propuestas clásicas de una socialdemocracia estricta. Aunque, claro, esto lo negará el derechista de turno y recordará el miedo que le dio ver en el Congreso a Carolina Bescansa dando la teta a su nene.
Pero a lo que vamos.
Como Pablo Iglesias suele ser el pin pan pun de los opinantes que opinan en periódicos y televisiones, su expresión "alerta antifascista" fue afeada por los editorialistas a la violeta. Ay, hijo, que violento te pones (vinieron a decir).
En el caso de la paleoprogresía, lo de no llamar a las cosas por su nombre (fascismo a lo que huele a fascismo) tenía mucho de esconder la cabeza bajo la arena como el avestruz, confiando en que si no miras, el monstruo se desvanecerá tras el cortinaje.
Resulta que no.
El monstruo está ahí y hay que enfrentarlo con la terminología adecuada.