En primera de toda la prensa de derechas, calles ardiendo. Barcelona parece conducirse hacia una nueva Semana Trágica, si atendemos a lo que vociferan los propagandistas de nuestros tabloides de andar por casa. Mamá, pupa, musitan mientras los moderados, teorizando sobre la futilidad de toda violencia. Y, sí, la violencia es repudiable, es fea, no atiende a razones, pero ¿a alguien ha de extrañar que la indignación estalle en forma de cristales rotos? "Si no es ahora, ¿cuándo? Si no somos nosotros, ¿quienes?" se preguntaban los jóvenes que, en los 70, posaron para la posteridad con boinas ladeadas, brillantes guantes de cuero y pistolas, de Berlín a Bolonia, de Belfast a Beirut.
Ironizaba Francisco Umbral cuando era rojo: "Con el Muro vivíamos mejor. A este lado, por supuesto". Visto lo visto, no le faltaba razón al fenecido cínico. Tal vez los tanques del Pacto de Varsovia salvaguardaban nuestro querido Estado del Bienestar y liquidada por derribo tal amenaza, ya no hace falta concesión alguna al populacho. Despido libre, semiesclavismo laboral, vuelta a la sanidad y la educación de pago, restricción de todo gasto público. Eso es el programa que nos impone la Europa de Frau Merkel. Lo cual se va a traducir en toda una generación triturada, sin horizontes, empujada un escalón hacia abajo en lo social, hacia la pauperización o la marginalidad. ¿No resulta, por tanto, casi comprensible que los chavales rompan escaparates como forma de exteriorizar su rabia? Sobre todo, teniendo en cuenta que la derecha se muestra dispuesta a ser implacable, a no ceder.
Oh, disturbios. Sí. No son deseables, por supuesto. El 15M demostró que la opción pacífica puede lograr resultados si se adoptan nuevos mecanismos de acción, si se desobedecen las reglas establecidas para la protesta y se reinventa la rebelión. Pero el 15M se ha sumido en un letargo del que, por ahora, no se despereza. Han tomado el relevo los bachilleres, los universitarios, la juventud que se niega a asemejarse a esa tropa lobotomizada que aparece en los reality shows de la televisión haciendo orgullosa gala de su imbecilidad.
"He visto las calles ardiendo otra vez" cantaban los Kortatu allá por los lejanos 80. Oh, disturbios. Quien siembra vientos, recoge tempestades, sentencia el tópico. Las calles arderán si el sistema no se corrige y si, en vez de atender a las reclamaciones de los desposeídos, como en el viejo chiste que se relata en la película francesa La Haine, mientras caemos al vacío nos limitamos a repetir una y otra vez: "Por ahora todo va bien".
"¿No resulta, por tanto, casi comprensible que los chavales rompan escaparates como forma de exteriorizar su rabia?"
ResponderEliminarNO.
Esperanzadora y justificada esta explosión de primavera.
ResponderEliminarQue no queden manos sin flores y libros.
Pocos cristales se rompen, pocos escaparates revientan. No voy a justificar ni a amparar la violencia. Claro que no. Pero ne parece mucho mas violento e inaceptable lo que hacen Urdangarin, Millet, tooooooodos los Gurtel. Todas las reformas que aprietan siempre para el mismo lado.
ResponderEliminarAl final resulta que el delincuente es el que ha roto un cajero..... Inaceptable, es una época de cambio, como decía José luis sampedro, de nosotros depende decidir/forzar hacia donde queremos que se dirija ese cambio.
De acuerdo contigo, Daniel. En todo.
ResponderEliminarUn abrazo.