A esta hora, con la catástrofe instalada en el sofá cama del salón, no sabemos si finalmente el PSOE apoyará una comisión de investigación sobre Bankia o no pero sí y sí pero no. Lo que conocemos es que Rubalcaba quiere a Maru fuera, por chivata. Rubalcaba ha bordado ante las cámaras su papel de pérfido Richelieu de Los Mosqueperros, con bigotes de raposa y todo, y la derecha ha bufado gozosa. Maru fuera. El caso es que el ciudadano de a pie, entre churro y churro del desayuno, no entiende nada y mucho menos por qué el PSOE no hace oposición y por qué en Estados Unidos sentaron en el banquillo de una comisión parlamentaria a los de Lehman Brothers y aquí Blesa, Rato, Olivas y demás adinerada tropa se tuesta al sol de este veranito tan rico que se ha anticipado.
Rubalcaba pretende ejercer la oposición en "modo friendly" supongo que (dirá) por responsabilidad. Rubalcaba pertenece a esa generación de políticos con la Santa Transición incrustada en la cabeza y venera los grandes pactos. Pero está crisis ha demolido todas las certezas anteriores y, en medio del marasmo, los votantes quieren una oposición que fiscalice, que actúe, que no se contagie del pánico que hace sudar a Rajoy en las ruedas de prensa, que inspire confianza en la supervivencia de un sistema igualitario. A ratos, admitámoslo, el PSOE está donde tiene que estar. En otras ocasiones, opta por maniobras de distracción como lo del cobro del IBI a la Iglesia que, sinceramente, aunque suene muy bien a la progresía laicista, no va a sacarnos de pobres. En el asunto concreto de Bankia, la confusión que provoca en su propio electorado es mayúscula.
En las encuestas el Partido Popular mantiene una tendencia a la baja que le ha llevado a perder un punto al mes en expectativa de voto. Poco, según Génova, pero suficiente como para llegar a las próximas elecciones desfondado. El problema es que el voto del PSOE dibuja la línea de un encefalograma plano. Resulta lógico, tal vez, siendo el partido que gobernó hasta hace nada. Sin embargo, algo tendrá que ver la impresión de que, en vez de reinventarse, el PSOE ha encallado en viejos modos de hacer política que eluden todo riesgo. Tal vez debido a la caduca superstición de que no hay que espantar el voto de centro. Aunque en estos tiempos convulsos, a la que te descuidas, el voto de centro (lo que es decir el voto desideologizado) acaba recalando en el estrafalario proyecto de Rosa Díez o, incluso, en una Izquierda Unida que, sin tapujos, llama al pan, pan y al vino, vino.
Miterrand defendía que la mitología en torno al voto centrista que inclina la balanza en unas elecciones se interpretaba erróneamente. El histórico líder socialista de colmillos afilados sostenía que primero había que atraer hasta el último voto propio, aglutinar al electorado natural, y luego los votos centristas vendrían dados, seducidos por el discreto encanto de la mayoría. Cortejar al centro suele derivar (sobre todo en situaciones tan extremas como esta que vivimos) en una pérdida de tiempo y electores. Buen ejemplo son los inicios de Zapatero, que en sus orígenes buscó la inspiración derechista de Tony Blair y, para pasmo de sus huestes, se lanzó a firmar pacto tras pacto con el gobierno del PP. No surtió efecto. El PSOE sólo creció en apoyo electoral cuando se sumó a las manifestaciones contra la guerra de Irak y viró su discurso hacia la izquierda.
Rubalcaba quiere a Maru fuera. Las cámaras de televisión le han jugado una mala pasada y la frase, subrayada por una sonrisa mefistotélica, ha tenido un efecto devastador. Pedirá disculpas pero ya es demasiado tarde y el daño está hecho.
El PSOE ha de reiniciarse y transmitir una verdadera imagen de regeneración. Y el relevo también ha de ser generacional. Para eso están ahí gente como Patxi López, Eduardo Madina, Tomás Gómez, Carme Chacón. Tengo un amigo que, cuando le digo esto, siempre contesta: no hay prisa, no hay prisa, no es el momento, esperemos.
Pero no sé si los electores de PSOE, tan huerfanitos de vez en vez, tendrán la paciencia suficiente.
Yo no creo que a Rubalcaba las cámaras de televisión le hayan jugado una mala pasada. Radió un mensaje a la interesada sin necesidad de tener que levantar el teléfono y pasar más violencias que las justas. Y, con ello, enviaba aviso a navegantes respecto a futuras filtraciones.
ResponderEliminarUn saludo, Daniel.