- Recuerda, Clarice, que sólo una generación te separa del hambre.
Dicta la lección de conciencia de clase el profesor Hannibal Lecter, en el claroscuro de su celda, tras un zigzag de sombras. Lecter explica a Clarice, en ese primer encuentro entre ambos, cuánto nuestra procedencia social nos marca. Somos también el hambre de nuestros abuelos. Me viene a la cabeza esa secuencia de El silencio de los corderos cada vez que me hallo ante cierta clase media convencida de su superioridad, ensimismada, complacida en ensoñaciones de grandeza. Un apartamento en la playa, una hipoteca y un par de utilitarios no hacen al burgués. La clase media es tan inconsecuente que vota contra sí misma. Vota contra las políticas que la permiten seguir siendo clase media. La clase media puede disfrutar del veraneo en La Toja porque no ha de destinar ese dinero a pagar la cura del cáncer del abuelito (a cargo del Estado) ni el colegio de curas de los niños (graciosamente financiado por una administración de presunta aconfesionalidad) ni tiene que preocuparse, de momento, por Jorgito, el nene en paro, ya que recibe 900 euros al mes para sus vicios. La clase media no se acuerda del hambre de sus abuelos. Mojarse el culo en la piscina comunitaria de la urbanización ha hecho soñarse burgués a tanto nieto de destripaterrones. Así que, ya ven, abducidos por el pensamiento grupal, exigen capitalismo en estado puro, menos gasto público, cada cual que se defienda como pueda. Pero, querido, amigo, ¿no ve usted ante el espejo su propia fragilidad, su indefensión? A partir de ahora se las arreglará como pueda, pagará el colegio de sus niños, pagará la sanidad, le hemos bajado el sueldo, le hemos subido los impuestos, hemos subido (IVA mediante) los precios, el nene se ha quedado sin su subsidio de desempleo. ¿De verdad cree que puede permitírselo? Si ni siquiera, amigo mío, tiene usted la mansión adecuada en el barrio de Salamanca de Madrid. Como mucho un adosado en Illescas o (perdón, sin ánimo de ofender) en alguna zona residencial a las afueras, muy a las afueras, de su ciudad.
- Recuerda, Clarice, que sólo una generación te separa del hambre.
Recuérdelo, sí, querido amigo. La clase media es como ese aspirante al ascenso social que se cuela en una fiesta de la alta burguesía. Se le hace creer que es bienvenido pero, a sus espaldas, los adinerados anfitriones se ríen de él, de sus formas ampulosas, de sus absurdas pretensiones.
Peor lo tiene, bien es cierto, el estricto proletariado, caído en un analfabetismo promocionado por la televisión, allá en sus extrarradios y polígonos industriales, peleándose con los moros y los rumanos, angelitos. Entretenidos con sus drogas y sus sesiones de musculación (ellos) y sus cirujías para aumentar varias tallas los pechos (ellas). Sí, el proletariado, la verdad, no está mucho mejor. Pero, en su ignorancia, al menos resulta entrañable. Son como animalillos salvajes, sin pensar en otra cosa que follar y el botellón.
Mas ustedes, amigos de la clase media, ustedes han leído. Al menos, pongamos por caso, a Zafón o a Lucía Etxebarría. Ustedes tienen una responsabilidad. Al menos, la responsabilidad de no autolesionarse. Porque, sépanlo, es lo que están haciendo. Votan a la derecha como si esta, de verdad, fuese a defender sus intereses. No sean ridículos. ¿Les han visto? ¿Han visto ese plantel de ministros? ¿Hay alguno de los nuestros, de los suyos? Un vendedor de bombas, algún viejo burócrata, un coleccionista de coches de alta gama, la dama hiperbronceada que a toda derecha le gusta exhibir... Son ricos. Son ricos y usted no lo es. Lo sentimos. Ah, pero todavía piensa que puede hacerse rico, un golpe de suerte en la oficina, que le asciendan. Hombre de Dios, pero que usted es un asalariado, que con las mismas un golpe de mala suerte le puede enviar a la puta calle y a la catástrofe.
En fin, hagan ustedes lo que les parezca. Yo soy de los que pienso como Hannibal Lecter y me acuerdo de que mis abuelos colocaban ladrillos en un andamio. A lo mejor su abuelo era marqués. Suerte que usted tiene. En todo caso, las cosas son como son, La clase media, aterrorizada, decidió en las últimas elecciones dispararse en un pie para no poder huir. Pues que Dios reparta suerte.
En Argentina hay un dicho q cuenta:"Abuelo inmigrante, hijo laburante, nieto atorrante", en relación a lo q refieres, acá los abuelos llegaron con el hambre pero con su espíritu de lucha intacto para dar un futuro a las venideras generaciones de tranquilidad económica y sin sospechar q estaban criando potenciales lacras q no serian nada útiles a nuestra sociedad y además con delirios de superioridad.
ResponderEliminarMe quedo con la frase del principio entonces, para tenerla presente y no perder el norte:"sólo una generación te separa del hambre"
Saludos!
¡Qué bueno!, Daniel, ¡Pero qué bueno!.
ResponderEliminarAgradecido.
Mis abuelos tampoco eran marqueses,que yo sepa, se ganaban la vida con el sudor de la frente, y lo he tenido siempre muy presente.
ResponderEliminarComo bien dices si vives de un sueldo, por bueno que sea, un golpe de mala suerte te deja en la calle con dos años de paro, por el momento, y eso esta ocurriendo todos los días, convivimos con los eres desde hace un tiempo.
Mi padre siempre decía, que no había nada peor que un trabajador votando a la derecha, porque lo hacía contra el mismo.
Un saludo.
Daniel, me quito el sombrero.
ResponderEliminarYo creo que ni la derecha española es tan mala como la retratas, ni la izquierda es tan "de los nuestros". Es cierto que los que vienen reducirán el estado de bienestar, pero los que estaban (teóricamente socialdemócratas) también lo estaban haciendo. A mi me parece razonable que se haga eso dada la situación en que nos encontramos (pero sin que afecte a sanidad y educación en la medida de lo posible), como cuando en una familia se paga con visa más de la cuenta y has de reducir gastos perdiendo inevitablemente tu "familiar estado de bienestar".
ResponderEliminarQue el estado cada vez se reduzca más no ha de ser necesariamente malo, siempre que se controle la igualdad de oportunidades, y viendo la corrupción y poca honradez de los políticos, sean del color que sean, cuanto menos dinero tengan que gestionar casi mejor. El dinero para los hombres es como el anillo de poder de la famosa saga "El señor de los anillos", y dada esa incapacidad humana de ser idealmente honrados, me da mucha rabia, pero da la razón a los que creen que cuanto menos estado haya mejor...
En realidad es el anillo de giges de Platón...
EliminarSabés qué? ...lo que no tenemos es memoria, ni aquí ni allá.
ResponderEliminarBuen año a pesar de ello.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarNo queremos saber de lo pasado -pensamos que nos hace menos...merecedores de algo mejor.
EliminarNo nos gusta el presente y echamos la culpa de nuestra frustración al que gobierna; no asumimos nuestra responsabilidad.
No nos interesa saber del futuro, pensamos que alguien lo va a arreglar, que lo que tenga que ser será y le damos el voto al que, aparece como salvador aunque sabemos que no lo es, iniciando así una remolino que nos lleva al fondo. Vaya panorama.
Qué lúcido Daniel, qué lúcido... ¿Sabes qué?, una vez escuché a una amiga que tengo maestra (trabaja en la educación pública) afirmar algo así como que era normal que ella cobrase un sueldo más elevado que un albañil o un trabajador del campo: "Es que para eso hemos estudiado", me decía convencida. Siempre he considerado ese comentario como el reflejo de la sociedad clasista que tenemos. Ella es hija de proletarios, ha visto a su padre llegar a las 5 de la mañana a casa después de estar toda la tarde y noche trabajando, y aún así, no tiene conciencia de clase. Mientras justificaba su comentario yo me decía a mi misma..."!joder¡ ¿y esta tía va a enseñar a mis hijos y a los hijos de los demás?"
ResponderEliminarAlgo está fallando en la educación para que la peña no sepa dónde tiene el culo puesto. Recuerdo que en un concierto de Reincidentes un colega me decía “¿ves cuanta gente hay aquí cantando eso de la historia se repite?, luego la mayoría votarán a la derecha”.
En cuanto a tus preguntas ("¿Han visto ese plantel de ministros? ¿Hay alguno de los nuestros, de los suyos?"), la respuesta es NO, no hay ninguno de los míos, pero tampoco los ha habido en anteriores gobiernos. Los políticos sólo se preocupan de mantener su estatus social. No creo que los hijos de los diputados (sea cual sea su partido político) tengan problemas para encontrar trabajo y llegar a fin de mes, algo que sí nos pasa a los hijos de la clase obrera.
A nosotros no nos es tan fácil escapar del trabajo de hormiga obrera. Están aniquilando las oposiciones, una de las pocas vías de escape que existen a la precariedad laboral (y ello a pesar de los recortes).
“La clase media es como ese aspirante al ascenso social que se cuela en una fiesta de la alta burguesía. Se le hace creer que es bienvenido pero, a sus espaldas, los adinerados anfitriones se ríen de él, de sus formas ampulosas, de sus absurdas pretensiones” que bien ejemplificado. Este es el mejor artículo que he leído en los últimos meses. Me ha gustado mucho.
Muy bien retratado. El problema es que la actual izquieda española, o mas bien la socialdemocracia, se ha demostrado incapaz de gestionar una crisis así. Ni aplican sus politicas con la conviccion necesaria ni son capaces de aplicar las de derechas sin traicionar sus principios. Libre mercado, si pero con sus limites, derechos fundamentales salvaguardados, esto es, recortar el gasto estatal en en lujos innecesarios. Subsidios para quien los necesite de verdad, no para el nini que no quiere trabajar sino para el padre de familia que no puede. Vamos lo que viene siendo aplicar el sentido común. Por cierto Velia, todos los trabajos no se pagan igual por que todo el mundo no hace lo mismo, a saber, el camarero no se juega el tipo como el bombero para trabajar, ni tiene la misma responsabilidad si se equivoca el medico que el cartero...
ResponderEliminarHóla Dani!
ResponderEliminarHace días pasé por aquí. Hoy vuelvo para dejarte una huella.
Quería decirte que veo mi fragilidad y mi indefension, y recuerdo que una sola generación me separa del hambre. Escucho a mis mayores y sé lo mal que lo pasaron. Iban a por el rancho al cuartel del pueblo, o comían de la perola común. También sé, por que me lo han contado y les he escuchado, que otros dormían con la esperanza de una cena, mientras hervían unas mondas en la cazuela.
Mis orígenes son obreros. Mis padres eran obreros, son obreros. Con sus temores y sus pensamientos. Con su trabajo diario mal remunerado. Mis abuelos obreros que tuvieron que irse a Francia y vivir en la colonia española. Emigrantes como esos a los que tantas veces se mira con reparos.
Por ello, mi conciencia sabe dónde debe estar y no se dispersa.
Esta proletaria con inquietudes sabe que nada es dado, que por todo hay que luchar. También por mantener nuestra Memoria, sin la cual nunca tendremos una Historia.
Y por ello, no logro entender que un obrero sea de derechas. Y cuando digo de derechas, digo que apoye a aquellos que promueven políticas de derechas, también cuando dicen ser de izquierdas.
Esta mente inquieta, agradece tu post. Remueve la calma en la que nos anclamos. ¡Ojalá removiera conciencias!
Demasiado cerebros en una sola familia jaja. ¡Qué vivan los Serrano!
ResponderEliminarLeerte me hace recordar a mi padre, que siempre le ha dicho a mis vecinos que no dejen que el complejo de clasemediero(a) se les suba a la cabeza y los matè de tanto consumir...
¿Y aquellos que viven tal y como tú has retratado (a todo trapo), pero van de revolucionarios?
ResponderEliminartotalmente de acuerdo. Yo siempre digo -y muchos me critican e incluso insultan "cariñosamente" por ello- que los derechos qeu ganaron nuestros abuelos haciendo una guerra (no ganandola, ya sabes) y nuestros padres corriendo delante de los que corrian los vamos a perder a cambio de comprarnos un A-3 de segunda mano.
ResponderEliminarEn fin cada pueblo tiene lo que se merece, ¿pero es esto? ¿esto nos merecemos? muchos NO