Comentaron a doña Letizia:
- El pueblo protesta. Tiene hambre. Le falta pan.
Replicó la princesa:
- El pueblo. Oh.
Y añadió:
- Que coma cruasans. El pueblo.
Europa ha puesto el reloj marcha atrás y a toda velocidad nos dirigimos hacia los días de María Antonieta, Dickens, Léon Blum y el chachachá. Europa sufre convulsiones de parto y lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer pero, de todas todas, algo sucederá. Madame Le Pen ha capitalizado en Francia el voto antisistema porque se ha atrevido a presentarse al electorado como la fuerza de choque del rupturismo. Frente al peligro pardo, una socialdemocracia funcionarial que, repentinamente, ha salido de su letargo, François Hollande y sus gafas de burócrata. Pero existe otra socialdemocracia, una socialdemocracia armada que toma las calles y que todavía no ha tomado conciencia de su propia existencia. Me refiero a eso que fue el 15M ahora diluído en otras mareas de protesta y en la rebelión que viene, aún por inventar. Socialdemocracia revolucionaria como la que propugna Kicillof, el joven caudillo de la Argentina expropiadora. Socialdemocracia que propone no jugar permanentemente con las reglas impuestas por el contrario. Socialdemocracia que los moderados denominan populismo y cosas aún peores.
Ruptura o barbarie. En contra de lo que sostiene Joaquín Almunia, que estos días se revela como perfecta muestra de esa clase de político profesional que ha conducido la democracia a su grado cero. Joaquín Almunia fue el líder del PSOE que pactó un acuerdo con IU para las elecciones generales del año 2000. Aquel convencido del frente común de izquierdas es hoy comisario europeo y defiende con vehemencia los recortes en el Estado del Bienestar. Joaquín Almunia, dirá el periodista de orden, es un político de altura: capaz de ubicarse donde conviene en cada ocasión. Exactamente el tipo de político que ha de ser barrido del mapa si queremos que la democracia sobreviva y que el totalitarismo de nuevo cuño que se está imponiendo se astille definitivamente.
Necesitamos un día de la ira. Una jornada de protesta que alcance la dimensión necesaria para que quienes gobiernan detengan el paso y teman las consecuencias. Necesitamos mostrar los colmillos y no digo más no sea que Jorge Fernández Díaz, beato y mártir, me envíe a un lóbrego calabozo por integración en banda armada y ofensas al Santo Padre. Que, por cierto, a esta paso va a salir más a cuenta integrarse de verdad en una banda armada que sentarse en una plazoleta y ofrecer una flor a un policía, dado que ambas cosas acarrearán una calificación penal similar. Y es que don Jorge Fernández Díaz, a quien Dios guarde en su seno, cree que entre Joan Baez y Andreas Baader no hay diferencia alguna. Ateos ambos, al fin y al cabo.
Doña Letizia miró a lo lejos y arrugó, en la medida de sus posibilidades, el ceño. El pueblo no se conforma ni con cruasans, jolín.
Es que los cruasans como están ricos son mojados en leche con cacao y la leche que prospera últimamente es la agria y el cacao … el cacao el maravillao, el cacao que tenemos todos. Lo que da rienda suelta a la demagogia, que como el dinero no tiene dueño, ni color. He llegado a leer por ahí incluso que la realidad es demagógica y cuando al interlocutor se le interpela (diciendo algo así como que la realidad puede ser susceptible a demagogias pero no demagoga ella en sí, pobrecita la realidad), contestar diciendo eso de:…bueno, era broma mujer!!!, que en una mujer suena como eso de …era broma MUJERRRRRR!!, sobre todo porque no se suele oír lo de pero HOMBREEEE que me dices!, en fin, que sigo antipática y con poco margen para zafarme de susceptibilidades.
ResponderEliminarUn saludo.