En primera página del diario El País claman al cielo unos economistas españoles expatriados a la feliz Arcadia de los verdes campus anglosajones y estadounidenses. No queremos volver a la España de los 50, advierten. Frase que, por supuesto, suscribe cualquier persona en su sano juicio y que ya anticipa un tono admonitorio a lo largo del artículo, repleto de reproches a los discrepantes con la ortodoxia prusiana de la austeridad, a quienes que se acusa de lloricas y de estar promocionando el Armagedón. Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos alertan sobre el desastre que supondría que España saliese del euro. El problema es que, entre sus argumentos, se mezclan el legítimo análisis económico con la difusa denuncia de una supuesta incapacidad genética de los españoles para gobernarse con eficiencia en el marco de una democracia convencional. Sostienen estos economistas que una España fuera del euro sería un país "con ingresos bajos, derivados del turismo, con baja productividad, bajos costes y con un control brutal ejercido por los caciques locales, que controlarían los monopolios de la nueva economía cerrada". ¿Quiénes son esos caciques locales a los que se refieren? Misterio. Después añaden que sólo acatando lo que desde Europa se nos exige estaremos protegidos de un "peronismo empobrecedor" que amenaza con convertir a España en una Argentina a la que se refieren (cómo no) despectivamente. Y ante tan gravísimos peligros hacen su propuesta: "Necesitamos urgentemente un nuevo Gobierno, con apoyo de todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por políticos competentes y técnicos intachables". Lo cual, básicamente, significa dejar la democracia en suspenso, prohibir toda discrepancia y entregar el poder a los tecnócratas. O sea, la eterna cantinela de esos economistas que, en el fondo, piensan que los pueblos no pueden gobernarse por sí solos en situaciones críticas.
Para no volver a la España de los 50, según La cuarta página del diario El País, hay que volver, curiosamente, a un concepto de democracia muy similar al de la "democracia orgánica" que imperaba en la España de los 50.
O al modelo italiano, donde sin elecciones se ha colocado a un tecnócrata en el poder sin que, por el momento, se haya solucionado gran cosa.
O al modelo chileno, el de Pinochet y la Escuela de Chicago, si nos ponemos demagogos.
El artículo de El País es, desde luego, interesante y valioso en lo que tiene de pronóstico económico sobre lo que la salida del euro podría suponer para España. Ningún inconveniente en admitir ese panorama de catástrofe que se plantea. Inconvenientes todos si lo que se pretende es que admitamos que España tiene una clase política más putrefacta que la de otros países o que en la masa de la sangre (como decían los curas antiguos) cargan los españoles con una tendencia al caciquismo inexorable. Ninguna de las dos cosas está científicamente probada, que yo sepa.
Como argumento último de autoridad se recurre, además, qué sorpresa, a Ortega y su apuesta por Europa como solución. Y sí, Europa es la solución pero sólo si Europa se construye en pie de igualdad y si Alemania acepta, de una vez por todas, asumir su cuota de solidaridad con respecto a una tropa que, cuando venían bien dadas, ayudó a enriquecer sus arcas.
Claro que todo esto que escribo, replicarán desdeñosos los catedráticos que alertan en primera de El País, sólo es la opinión de un profano. Y, según estos sabios, si no queremos volver a la España de los 50, hay que impedir que los profanos opinen.
realmente creo que valdria cualquiera que opine si no son ellos...infantilizar a todos los ciudadanos simplifica mas la justificacion del yo lo hago por ti, creeme que a mi me duele mas
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