Lo admito. El tono de mi tuit fue grosero e inadecuado (y sintáctica u ortográficamente discutible): "Lo malo de no tener ni puta idea qué decir es que Fernando Berlín señala que hay imágenes que no deben mostrarse. No viene a cuento, tío". Pero es que me irrita la cantinela que se repite a cada ocasion que una tragedia, masacre terrorista o catástrofe nos toca de cerca. Fernando Berlín sostiene que mostrar los cadáveres del accidente de tren de Galicia es "puro morbo". Sus seguidores en twitter insisten una y otra vez en defenderle arremetiendo contra mi criterio (el periodismo es el relato de la realidad, por cruda que esta sea) mediante un argumento repetido: ¿y si fuera un familiar tuyo el fallecido en ese tren? Pues no creo que hallase consuelo en que el cadáver de mi familiar no apareciese en una fotografía o una imagen de televisión. En todo caso, el límite es el sentido común y un mínimo de moralidad, cosas ambas que (me da la impresión) la mayor parte de los medios están aplicando hasta ahora. No se trata de mostrar las vísceras al detalle pero tampoco de ocultar la brutalidad del suceso. Tal vez haya quien opine que el modelo es el 11S, en el cual los cadáveres desaparecieron del ojo público. La realidad entendida como una Disneylandia sin sangre. Y, sin embargo, las tragedias no se aminoran lo más mínimo mediante la ocultación y la obligación del periodista es aproximarse a la exacta dimensión del suceso que se narra. Y un accidente de tren tiene su exacta dimensión en las víctimas. Acercanos a ellas resulta doloroso pero ineludible. Aunque, evidentemente, todo se puede hacer bien o mal y habrá medios o periodistas que caigan en lo soez, lo rastrero o lo vulgar. Son los riesgos de la prensa libre.
Entono también el mea culpa porque en otro tuit lanzado en la vorágine de la polémica incurrí en aquello que ridiculiza la famosa ley de Godwin: "A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno". Sí, yo mencioné el nazismo al preguntarme si, aplicando la misma lógica argumental de quienes pretenden censurar las imágenes del accidente de tren, hubiéramos difundido o no las terribles imágenes de Auschwitz. Vale. No mencionemos Auschwitz. Hablemos de la guerra de Secesión estadounidense y sus estremecedoras fotografías, de los Desastres de la guerra que pintó Goya, de la niña desnuda abrasada por el napalm en Vietnam. El ser humano, para entender la hondura de una tragedia, ha de verla. El ser humano es un observador compulsivo y eso no le hace peor.
El objeto de relatar dramas como el del tren accidentado de Galicia es informar y mover a la compasión, sabernos parte de un colectivo capaz de empatizar con la desgracia de quienes no conoce.
Hay una frase que siempre me ha gustado. Suele utilizarse por parte de los veteranos de este oficio cuando quieren zanjar una discusión filosófica sobre cómo ha de tratarse una noticia:
- Ante la duda, hagamos periodismo.
Es eso.
Simplemente eso.
A la hora de tratar estos asuntos el debate principal es el periodismo que cada cual defiende. Yo no soy periodista, pero sí creo en un periodismo riguroso, con una función social muy importante y con gran tacto.
ResponderEliminarLlevándolo a este caso concreto la gran pregunta es, ¿Qué aporta la fotografía de un cadáver a la noticia o a la historia que cuenta el periodista? A mí modo de ver, nada. La imagen del tren devastado es reveladora por sí misma del terrible accidente y ya no digo el video, que deja los pelos de punta. Recrearse en cuerpos inmóviles de gente que ha tenido la fatalidad de viajar en ese tren no hace ninguna falta. ¿Acaso alguien duda de que haya algún fallecido o que el accidente es una tragedia?
En muchas ocasiones bajo la forma más explícita de contar las cosas lo que se esconde en verdad es una ausencia de la verdadera cualidad que hace grande al profesional. Un buen fotógrafo es aquel capaz de mostrar en una foto lo desgarrado del accidente sin recurrir al cadáver.
Reconozco que no me gusta para nada ver esa cruda imagen de la realidad y que quizás, sí, quizás en ocasiones hay que mostrarla porque no hay otra forma de contar lo que se ve, pero no es este caso.
En la vorágine de la II G.M quizás no hubiese otra forma de demostrar lo terrible de la situación que con los cuerpos devastados sobre el campo. Pero también quizás hoy en día, por ejemplo, resulta tan significativa esa imagen como la de esos cementerios americanos en Europa producto de la II G.M y llenos de dolor y paz. De la misma forma en su momento la imagen del campo de Auschwitz no transmitía nada y era necesario recurrir a lo más crudo para que la gente viese el genocidio cometido. Hoy en día, por el contrario, la sola imagen del campo de concentración es ya muy significativa.
Cada contexto, cada momento y cada historia merece un tratamiento acorde al gusto y ética periodística. Hay momentos en que para contar lo que verdaderamente sucede recurrir al lado más crudo de la realidad es inevitable. Hoy, por el contrario, no es así. Tú, yo y todos sabemos lo desgraciado de cualquier accidente, más si ves las imágenes del tren siniestrado. La foto un cadáver bajo una manta o si quiera sin ellas es recrearse en algo que no aporta nada más que dolor para los allegados y una falta de respeto para el difunto.
Detestaría verme a mí a cualquiera persona que quiero en una fotografía así salvo que fuese estrictamente necesario porque, mientras a los demás no les aporta nada, lo que hace es lastrar todos esos recuerdos que yo tengo y que quizás no quiera ver manchados de sangre.
Fantástica exposición, David. Ni quitaría ni añadiré más.
ResponderEliminar(incluso metería unos aplausos en plan PowerPoint)
Un saludo
Yo, querido Daniel, tuve que ver publicada en la prensa la foto de un cadáver, mientras era rescatado de un tren a través de una ventana. Fue un accidente ocurrido hace treinta y dos años y, todavía, de vez en cuando, esa imagen se asoma a mi memoria.
ResponderEliminarEl cadáver estaba cubierto con una sábana, pero de ella asomaban una pierna y un pie perfectamente reconocibles: eran de mi hermano Miguel.
La imagen, que tuvimos que ocultar a mi madre, no aportaba nada, porque no explicaba lo que había ocurrido. Los cadáveres de Auschwitz, sí.
Ojalá todo el entusiasmo y la crudeza con que se ha informado de esta tragedia se pusiese todos los días a la hora de enfrentarse a los políticos mudos y a los jefes complacientes con ellos.
"En todo caso, el límite es el sentido común" "Ojala todo el entusiasmo todo el entusiasmo y la crudeza con lá que se há informado en está tragédia se pusiese todos los días a la hora de enfrentarse a los políticos mudos y a los jefes complacientes con ellos" ... yo creo que essa son las dos claves.
ResponderEliminarEn un momento tan convulso y lamentable para la ética informativa, me ha gustado tu punto de vista. Yo hace unos días, en pleno ataque de nostalgia, rabia y creo que sentido común, escribí esto... 'Cierran mi periódico'... http://lacronicadelbierzo.blogspot.com
Estoy de acuerdo, la realidad es la que es. Edulcores, disfrazaría o convertirla en una imagen de 101 un dálmatas, no es positivo para nadie. Ojalá el mundo fuera un lugar en el que de arco iris brillantes bajarán unicornios alados a traernos el hidrómiel de los dioses depositado sobre nubes de algodón rosa. No es así y la obligación de un buen periodista es mostrar, alejando se del morbo, esa realidad. Mi obligación conocerla. Mi derecho más bien ( las obligaciones me gustan lo justo)
ResponderEliminarYo agradezco que hayan periodistas como tu.