Está sucediendo un fenómeno entre la izquierda exquisita bastante similar al que se da en el mundo hipster cuando un grupo nacido en el universo indie se consagra y alcanza el éxito entre el gran público. En seguida hay quien, frente al triunfo ajeno, suelta aquello de "bah, el primer disco era el mejor".
Con Pablo Iglesias pasa igual.
No molaba cuando sacó un partido que se presentó a las europeas con su cara en la papeleta, molaba cuando logró cinco diputados por sorpresa y sedujo a las masas con su mensaje vibrante y su coleta inconformista, dejó de molar cuando la pelea política se puso seria y hubo que tomar decisiones incómodas y enfrentarse a disensos y tropiezos electorales.
A la izquierda de la izquierda siempre se ha tendido al cogollismo. La élite de la izquierda realmente auténtica se halla muy a gusto sin mezclarse, prietos todos en un cogollito cómplice, los cantautores dándose abrazos, escritores y articulistas intercambiando cariñosos consejos sobre conferencias a cargo de diputaciones, actores y actrices ejecutando elaborados minués.
Luego está lo de convertir las cosas serias (Palestina, el conflicto del Sahara, memoria histórica, Venezuela o Cuba) en una Disneylandia donde divertirnos expresando opiniones sobadas hasta la extenuación.
Súmese todo esto y, claro, Podemos no encaja porque pretende tomar el poder o, como mínimo, ejercer una influencia realmente relevante.
Con lo cómodo que se está en el cigarrito de después de las manifestaciones, cuando la luminosa mañana se pinta de color cerveza.
Pablo Iglesias y sus alegres camaradas (Íñigo Errejón y Carolina Bescansa pero también Teresa Rodríguez, Pablo Echenique, Kichi) han cambiado las reglas de juego y no asumen el derrotismo eterno ni las guerras de siglas ni que haya que demostrar pureza de sangre ideológica.
Son tiempos nuevos (tiempos salvajes) y, a veces, ¿verdad, Alexis?, hay que dar un paso atrás para tomar impulso.
La lucha por alcanzar un poder que permita frenar la desigualdad en el siglo XXI no puede ejecutarse con apriorismos y estrecheces mentales propias del siglo XX.
Sea como sea, el caso es que parte de la intelectualidad progresista representada en el articulismo de eldiario.es ya está dándole candela a Pablo Iglesias. Le tratan, al joven líder, mucho mejor en Jotdown u Onda Cero. Imagínense.
Contra viento y marea, sin embargo, sostiene Podemos su hoja de ruta. Con nuevos enemigos. El establishment de derechas y socialdemócrata antes. El establishment de izquierdas, ahora. Y Pablo Iglesias permanece.
Veremos qué sucede.
Una corriente subterránea de cambio (que a veces ni tan siquiera aparece en las encuestas) recorre la sociedad europea.
Y si no, habrá que volver a intentarlo.
Volveremos y seremos millones, que dijo el Espartaco de Dalton Trumbo.
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