miércoles, 8 de enero de 2020

LA ALEGRÍA ESTÁ PERMITIDA

A un lado (a la extrema derecha de Dios Padre) brama un columnismo cipotudo que quiere ser Umbral pero se queda en Campmany y considera en peligro la patria, que es como denomina esta gente a los restaurantes de la calle Jorge Juan del barrio de Salamanca donde abrevan (incluyendo los establecimientos del callejón de Puigcerdá).
Al otro están las insignes plumas ancianas de la Santa Transición, melancólicas como Emilio Romero cuando le cerraron el diario Pueblo, extraviadas en un laberinto que no entienden, añorando las verbenas de Miguel Yuste, la Bodeguilla de Felipe y los días luminosos en que Peridis dibujaba a Carrillo fumando.
En la televisión, el pandemónium habitual de tertulianía vociferante.
Y, en medio de todo, está un país que nadie vio, una España que ha sumado sus votos para construir futuro.
La alegría está permitida y ya toca dejar de oír a los heraldos negros del pesimismo.
Ahí fuera el pueblo celebra esta victoria. Y llamo pueblo al precariado, a la juventud que pelea por un jornal y una vivienda digna, a quienes cargan su trabajo a la espalda y pedalean por la ciudad, a los resistentes de la España vacía, a las mujeres que se quieren libres, a quienes habitan los barrios, a quienes mantuvieron todo este tiempo la esperanza de que, tal vez, las cosas pudieran cambiar a mejor.
Éramos siempre 5.000 manifestándonos desde la glorieta de Atocha hasta la plaza de Jacinto Benavente. Contra el fascismo, para que salieran de la cárcel los insumisos, en solidaridad con la lucha saharaui o palestina.
Luego fuimos muchos más el 15M.
Ha sido un camino largo.
Nos hemos hecho adultos y hemos tenido que afrontar nuestras propias contradicciones.
Llegarán las dificultades y las frustraciones.
Pero, de momento, arriba los corazones.
Y:
"Brindemos
que ahora es siempre todavía".

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