El mantra del pacto necesario es el último cartucho que queda a los burócratas de la Santa Transición para mantenerse a salvo. Rubalcaba, a la mínima oportunidad, ofrece pacto, diálogo, consenso, cariño y amor. Pero en la batalla ideológica que se está librando ahora mismo no parece que lo más adecuado sea que la derecha y la presunta izquierda se regalen mimos ante la estupefacta ciudadanía . O sí en caso de que Rubalcaba pretenda liquidar definitivamente su propio partido, en caída libre según las encuestas y atenazado por una tibieza desconcertante cuando más de seis millones de españoles penan en las calderas de Pedro Botero del desempleo. Por si faltaba poco, ahora Felipe González reaparece en escena y se va a La Moncloa a compartir habano con el presidente Rajoy y suenan las trompetas del pacto, el necesario pacto, el sacrosanto pacto que salvará España. La obsesión por el pacto es genuinamente hispánica y genuinamente propia de la Cultura de la Transición. En Gran Bretaña o Francia no se entiende (salvo en caso de enorme excepcionalidad) que derecha e izquierda se unan amorosamente. En Alemania sí, pero es que en Alemania resulta totalmente exagerado denominar izquierda al SPD o a Los Verdes y existe una especie de ideología nacional transversal que consiste en defender con uñas y dientes sus propios intereses como país frente a una Europa doblegada.
El caso es que cada vez que oigo la palabra pacto me dan ganas de echar la mano a la pistola. Porque me suena a puro tocomocho de unos partidos que han perdido definitivamente la conexión con la realidad social. El PSOE, si quiere recuperar a un electorado sumido en la depresión, tendrá que renovarse de verdad y retomar un discurso realmente socialdemócrata. Y quitarse de encima a tanto pactista infiltrado que una y otra vez (en un bucle melancólico) vuelve a la Transición como modelo de perfección. La Transición se hizo (como se pudo), se acabó hace mucho y, desde luego, hoy por hoy no puede servir de referencia para nada.
Decía precisamente Felipe que el poder se ejerce generacionalmente. Así es. Toca a las generaciones que se amontonan ante el tapón de quienes hicieron la Santa Transición apear a sus mayores de la poltrona. Ahí está Madina y Alberto Garzón y otros para dar la batalla. Los cuentos del abuelo se han quedado definitivamente viejos y el lenguaje con el que se habla en el Congreso huele a naftalina.
Así que a ver si, más temprano que tarde, nos toca lanzarnos al asalto al poder. Porque lo de las asambleas en las plazuelas y las bicicletas y los huertos urbanos está muy bien pero, como dijo el tatarabuelo Lenin, "salvo el poder todo es ilusión" y aparte de salir en la tele y quedar para manifestarse en la Puerta del Sol no estaría de más cambiar las cosas de verdad.
Vamos, creo yo.
También yo.
ResponderEliminarEs una pena que tengan semejante embrollo ideológico en el mate. Recordé un texto de Eduardo Galeano
ResponderEliminarLOS NADIES
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folcklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Triste ¿no?. Se deja de ser nadie cuando se actúa. Con palabras nadie hace nada. Je
Saludos
Toda la razon Daniel Madina y Alberto Garzon que gran tamden!!!
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