El problema del PSOE en esta campaña es que no tiene un relato al que aferrarse más allá de apelar a los "socialistas de corazón" para evitar la extinción de un partido histórico.
El problema del PSOE es que pactó con Ciudadanos, que es una derecha (a poco que se escuche con atención al ultraliberal Garicano) más peligrosa si cabe que la que representa el Partido Popular. Ciudadanos es el copago sanitario, la desregulación laboral, el fin de la universidad para todos y (aunque, de momento, lo disimulan un poco) la xenofobia que viene.
El problema del PSOE es que ha optado por el enfrentamiento frontal con Podemos y por la burda demonización de Pablo Iglesias, lo cual quiere decir que jamás aceptará un pacto con la formación morada y lo cual quiere decir (tal y como admiten -siempre off the record- dirigentes del PSOE) que se verán abocados a dejar que gobierne Mariano Rajoy si éste se coloca como el candidato más votado.
El problema del PSOE es que, una vez el pacto entre socialistas y Ciudadanos se ha convertido en inoperante, no existe un escenario realista en el cual Pedro Sánchez pueda siquiera intentar la formación de gobierno. Podría suceder si el PSOE gana las elecciones y queda como fuerza más votada. Pero eso no va a pasar. Podría suceder si Mariano Rajoy queda primero y (otra vez) renuncia ante el Rey a intentar conformar un ejecutivo y no se produce el temido sorpasso. Pero eso ni mucho menos va a pasar (lo del sorpasso está en el aire; lo de que Rajoy vuelva a borrarse del mapa, ni en sueños).
El problema del PSOE es que sus burócratas de guardia (Hernando, Luena, López) siguen empeñados en insultar a Pablo Iglesias día sí y día también. Y eso acaba provocando franca antipatía e, incluso, un peligroso efecto rebote porque si el PSOE y Eduardo Inda coinciden, apaga y vámonos.
El problema del PSOE es que tiene un tono de campaña triste y crispado que sólo seduce a quienes (por inercia generacional o patriotismo de partido) creen que las cosas nunca deben cambiar.
El problema del PSOE es que no se atreve a tomar un nuevo rumbo y sus barones representan la España anciana.
El problema del PSOE son las amplísimas capas de precariado que abundan en este país y a las que "la amenaza venezolana" les es absolutamente indiferente.
El problema del PSOE es que los "socialistas de corazón" se han pasado, en muchos casos, a Podemos y sus confluencias.
El problema del PSOE es que ha tratado a más de cinco millones de votantes con un desprecio que ahora puede volvérseles en contra.
El dilema de Pedro Sánchez es apostar por la ruptura de los viejos apriorismos y avenirse a un gobierno de coalición con las fuerzas de progreso o quedar relegado (hasta nueva orden ciudadana) a una posición ornamental.
Pero Pedro Sánchez sigue hablando de ganar las elecciones y exigiendo a Ciudadanos y Podemos una adhesión inquebrantable para que gobierne el PSOE porque "así es como funcionan las cosas".
Y no.
Las cosas ya no funcionan así.
Podemos y sus confluencias gobiernan en las grandes ciudades de España y eso significa que tienen perfecto derecho a gobernar el país.
Queda todavía el recurso al miedo (ese que están explotando PP y Ciudadanos con escasa fortuna).
Veremos cómo transcurre la campaña.
El dilema Sánchez se resume en un hecho tozudo: sin Podemos resulta imposible cambiar España y echar al PP de la Moncloa.
A muchos nos gustaría conocer al camello de Pedro Sánchez.
ResponderEliminarSu mierda tiene que ser buena de cojones.