lunes, 19 de febrero de 2018

¿POR QUÉ A LOS ROJOS NO OS GUSTA EL HIMNO DE ESPAÑA?

Enuncia el título de estas líneas una pregunta que desde tiempos inmemoriales vienen haciéndose los cuñados sin entender absolutamente nada.
Bien.
Hay una explicación para el rechazo de una importante cantidad de españoles hacia un himno que bien está cuando triunfa Rafa Nadal pero crispa un poco en otras ocasiones.
Primero porque, puestos a elegir, hay gente que preferiría el Himno de Riego ya que (hasta que se prohiba) ser republicano es absolutamente legítimo.
Conviene recordar que el himno de España es la Marcha Real y, en fin, muy republicano no resulta. También cabe otro recordatorio: no fue himno nacional durante el Trienio Liberal (1820-1823) y la Segunda República (1931-1936) y sí lo fue, machaconamente, durante cuarenta años de franquismo, lo cual hizo que en el hipotálamo de varias generaciones quedase inscrito (con letra de Pemán) como la música de una dictadura aunque ello vaya disipándose y aceptemos pulpo como animal de compañía.
En la Transición se llegó al acuerdo de que monarquía, himno y democracia eran aceptados en un mismo pack siempre y cuando fuese la democracia (y la justicia social) lo que predominase y no la monarquía y el himno.
Además, añádase que España es un país (¿de países?) tan complejo como para que algunos que viven en algunas latitudes (véase Cataluña, Euskadi, Galicia o, incluso, Cartagena) prefieran el himno de su pueblo. Ello no equivale a separatismo sino que las cosas son como son y el sentimiento nacional, regional o de barrio ha de respetarse porque aquí no hubo Revolución Francesa y los jacobinos son minoría exceptuando a Josep Borrell.
En cualquier caso, no pasa nada porque suene el himno de España antes de comenzar los encuentros deportivos y hasta emociona escucharlo si gana La Roja o logramos un premio Nobel, cosas ambas bastante improbables pero que (ojo) han sucedido.
Sin embargo, a empujones no se hacen patriotas, creo yo, y en cuanto a la propuesta de Marta Sánchez para poner letra al himno de España, vale pero si no hay obligación de aprenderlo en la escuela.
Dicho todo esto, Suspiros de España está musicalmente muy por encima de la Marcha Real y nos valdría como himno aunque haya referencias heteropatriarcales y religiosas un poco anticuadas. Tal vez lograse cierto consenso.
Aunque, la verdad, quizás lo mejor es seguir siendo españolas y españoles enorgulleciéndonos de carecer de letra en nuestro himno, pronunciando el lolololo y prescindiendo de solemnidades. Forma parte de nuestro carácter esa bella anomalía. Poseer un himno absurdo que no gusta del todo a nadie y que, sin embargo, se acepta sin aspavientos siempre y cuando no se entone para atizar al contrario en el colodrillo.
Y sobre La Marsellesa hablaremos otro día porque si amamos esa canción sanguinaria no es tanto por Robespierre como por lo bien que suena en Casablanca como himno antifascista.

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