jueves, 21 de marzo de 2019

PUES SÍ QUE ERAN UN POCO FASCISTAS

En la oscura noche de las elecciones andaluzas, cuando irrumpió VOX en su primer parlamento, salió Pablo Iglesias a decir: "Alerta antifascista". La progresía miedica aconsejó mesura y hasta frunció el ceño (cómo no) Íñigo Errejón, que luego apostó por aplicar el método "abrazos gratis" con la ultraderecha y defendió que hay que hablar, conversar, dialogar y dar besos.
"No hay tantos fascistas en Andalucía ni en España" argumentaba la tertulianía y así nos quedábamos tranquilos.
Pero resulta que, pasado el tiempo, parece que sí son bastante fascistas esta gente de VOX porque no de otro modo se puede calificar a quienes proponen ilegalizar partidos políticos, recuperar la joseantoniana dialéctica de las pistolas, "curar a los homosexuales" o rehabilitar a los buenos alemanes que fueron juzgados en Núremberg.
He escuchado estos días a progresistas tan respetables como Joaquín Estefanía y Joan Coscubiela aludir al fascismo (y al franquismo, claro) para referirse a VOX.
Ahora sí.
Pablo Iglesias suele pecar de excesiva rudeza aunque, admitámoslo, esta vez parece que no andaba muy desencaminado.
"¿Y quienes votan a VOX, son fascistas, son mala gente?" preguntan los piadosos.
Tal vez no sean gente malvada pero sí son gente absolutamente equivocada y hay que decírselo frontalmente. De otro modo puede que vayan a las urnas pensando que la papeleta de VOX es lo mismo que la de PP, Ciudadanos, PSOE o Podemos. Y no. VOX es la barbarie, el regreso a la España irrespetuosa y con aspiraciones totalitarias. Vote usted al PP si le da la gana o a Ciudadanos. Gobierne la derecha si en España resulta mayoritaria. Pero votar a VOX es un error criminal.
"Esta usted exagerando" amonesta el moderado.
Y no.
Las brutalidades que VOX está colocando en la agenda política son una regresión al primitivismo. En una España que todavía tiene (en grandes franjas de la población) dificultades para llegar a fin de mes, debaten las televisiones sobre la pertinencia de ofrecer armas de fuego a la ciudadanía para que se defienda de las presuntas hordas de delincuentes que nos acosan.
Debatimos de estupideces porque comprarmos la agenda de la ultraderecha.
Luego en los medios hablaremos de las fake news y volveremos a decir que Rusia es culpable.
"Pero también a Podemos se le dio una enorme presencia mediática y son radicales" apunta el constante apuntador.
No es lo mismo y quien no quiera verlo tiene un problema. Jamás hizo Podemos propuestas contrarias a la dignidad del prójimo ni iba más allá en sus postulados de las propuestas clásicas de una socialdemocracia estricta. Aunque, claro, esto lo negará el derechista de turno y recordará el miedo que le dio ver en el Congreso a Carolina Bescansa dando la teta a su nene.
Pero a lo que vamos.
Como Pablo Iglesias suele ser el pin pan pun de los opinantes que opinan en periódicos y televisiones, su expresión "alerta antifascista" fue afeada por los editorialistas a la violeta. Ay, hijo, que violento te pones (vinieron a decir).
En el caso de la paleoprogresía, lo de no llamar a las cosas por su nombre (fascismo a lo que huele a fascismo) tenía mucho de esconder la cabeza bajo la arena como el avestruz, confiando en que si no miras, el monstruo se desvanecerá tras el cortinaje.
Resulta que no.
El monstruo está ahí y hay que enfrentarlo con la terminología adecuada.

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